domingo, 29 de enero de 2012

"LA COMARCA DEL PARAISO PERDIDO" Caso 447

Aquel día La Pulga Siniestra había estado estudiando el viejo mapa de la Comarca del Paraíso Perdido. Justo como le había dicho Himara es un lugar muy sagrado para todos los momificatus, ya que una vez al año, en noche de luna llena, van allí para celebrar los compromisos entre aquellos que van a vivir unidos para siempre. La unión la hacen frente a los restos mortales del primer Momificatus Perpetuos y Yoraima, con quien permaneció unido durante todo un milenio, hasta que partieron juntos al país de La Ultima Vuelta.
Himara había estado desde la mañana preparándose para la ocasión. Según la tradición, ella no debía estar junto a aquella persona con la cual sellaría un compromiso eterno. Además debía preparar el lugus amorosus para beberlo junto con el que se comprometería con ella.
Por su parte La Pulga Siniestra había preparado una sorpresa para Himara. Estuvo toda la mañana caminando por los picos curvos de la serranía ubicando lo que quería para Himara y lo había conseguido. Nadie olvidaría aquel obsequio tan especial para sellar su compromiso con ella.
Ya la tarde estaba cayendo y en el horizonte se veían los últimos rayos del sol dibujando con sus destellos un cielo color naranja.
Para una ocasión tan importante, que solo ocurría una vez al año y en noche de luna llena, los participantes debían vestir sus mejores galas. La Pulga Siniestra había volteado su chaleco de doble fondo, dejando el color mamey aterciopelado con acabado de lujo hacia afuera, colocó su silbato de plata alrededor de su cuello, en la solapa extensible del chaleco colocó una flor de cocorote, se puso un pantalón color cereza, zapatos de charol verde manzana, un pañuelo amarillo de sopla sopla y su sombrero negro de ala gacha.
Se colocó con el grupo que esa noche iba a comprometerse. Tomó su antorcha de incienso de choco vainillina y al igual que los demás volteó su mirada hacia la catarata de las aguas perpetuas.
Poco a poco comenzó a asomarse un pequeño brillo que presagiaba una noche espectacular. Las estrellas empezaron a titilar y como por un mágico encanto apareció sobre la cascada una luna preciosísima. Nunca había visto algo parecido. El brillo de la luna era tal, que combinado con el rocío de la catarata mostraba un arcoiris nocturno, que comenzaba en la parte alta de la caída de agua y terminaba sobre el techo de cristal dorado del templo de los momificatis perpetuos. Al mismo tiempo salía del templo el canto del pájaro dorado. Poco a poco todos se fueron a la plaza principal haciendo dos filas y llevando sus antorchas encendidas. La gente que allí estaba aplaudía a la forma tradicional juntando solo dos dedos y los niños colocaban una alfombra de flores de rococó entre las dos largas filas de los futuros comprometidos. De pronto, las doncellas salieron cada una de sus casas. Todas divinamente ataviadas. Hermosos peinados y trajes que con el resplandor de la luna brillaban de muchísimos colores.
Las doncellas se fueron agrupando y serenamente comenzaron a cantar la canción del loaloa, teniendo como música de fondo el canto del ave dorada del templo. Poco a poco fueron pasando entre las filas de los comprometidos, sobre la alfombra de pétalos. Entre las filas y las doncellas se cruzaban miradas furtivas y sonrisas picarescas.
Entre todo el grupo La Pulga Siniestra vio a Himara. Nunca había visto una criatura más hermosa. Su pelo cubierto de musgo fluorescente, su traje de helechos trenzados, su collar de caracoles titilantes y entre sus manos un cofrecito conteniendo su compromiso.
A medida que avanzaban las doncellas las filas caminaban junto a ellas iluminando el camino hacia el templo de los momificatis perpetuos. Los niños, las flores, el canto, las estrellas, la luna, todo era maravilloso.
Al llegar al templo, los niños abrieron las puertas y un ave dorada de cola muy larga sobrevoló el recinto y se colocó sobre un árbol cerca del sillón del compromiso. Al entrar todos al inmenso templo se hizo un gran silencio mientras todos elevaban su mirada al techo de cristal. Llegó el momento en que la luna se fue moviendo hasta colocarse directamente encima del templo. Sus rayos comenzaron a tocar el árbol donde estaba el pájaro dorado, el cual comenzó a reverdecer al tiempo que mostraba unos capullos que se convertían en botones de muchos colores.
Estalló entonces una gran algarabía y las parejas corrieron a tomarse de la mano y se colocaban bajo las ramas del inmenso árbol. Cada uno le decía su compromiso al otro, le entregaba una ofrenda y del árbol un botón se abría y se transformaba en una preciosa flor, cada una diferente a la otra.
Himara y La Pulga Siniestra se acercaron al árbol del pájaro dorado y tomados de la mano se acercaron el uno al otro…

-En este cofre está mi corazón, llévalo donde tú estés para que siempre estemos juntos.

Y entregó el cofre a La Pulga Siniestra, que al abrirlo miró una piedra que brillaba con mas colores que el arcoiris y emitía destellos que parecían latidos.

-Cada vez que el silbato suene, volveré a ti…

La Pulga Siniestra se quitó el silbato de plata del cuello y se lo colocó a Himara en el suyo.

Miraron hacia el árbol y un hermoso botón se transformó en una multicolorida flor.

La Pulga Siniestra se acercó a Himara, la miró a los ojos y acercando sus labios… se besaron apasionadamente al tiempo que con el rabillo del ojo Himara buscaba hacia arriba por si acaso aparecía el pajarraco.

-¡Que extraño! El pajarraco no apareció.

-Tranquila, todo está solucionado.

De pronto, sobre la mesa del gran templo, se montó un momificatus con su violín y llevando el compás con sus dos pies ¡Comenzó la gran fiesta!

Así pasó toda la noche hasta el amanecer.

-¿Cuándo te irás?

-Mañana. Hay gente que necesita de mí y debo ayudarlas. Pero tú sabes que al sonar el silbato yo vendré de inmediato.

Y dice la historia que La Pulga Siniestra volvió a su comarca, pero algo en forma de pajarraco domesticado con un silbado al cuello, lo viene a buscar por las noches y lo trae en la mañana.

¿Quién sabe? De pronto son inventos de la gente.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado. Pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.

Recuerda: “Todos los niños son buenos y no existe algo mas maravilloso que el amor”


No hay comentarios:

Publicar un comentario