domingo, 15 de enero de 2012

"LA COMARCA DEL PARAISO PERDIDO" Caso 445

La aldea de los Momificatis Perpetuos era muy hermosa. A medida que la recorría en compañía de la hermosa Himara iba comprendiendo las costumbres de sus pobladores, por ejemplo: sobre las puertas de cada casa había una escritura en una lengua apocalíptica trabada. Su mensaje variaba de una a la otra, “Opnagui Currucuqui” decía en una, que significa: pasa con las patas limpias. “Opus Aliñosus”, que significa: un pollo por persona. Pero la que mas me llamaba la atención era la de la casa de Himara: “Largarus Vasibirus de  Viniribus” que significa: tómese una conmigo y junto al letrero había una cabra amarrada junto a un vaso y todo el que pasaba la ordeñaba y se bebía un vaso de sabrosísima leche.

-¿Quién es el jefe de La Comarca del Paraíso Perdido?

-En nuestro pueblo no hay jefes, todos somos libres. Solo existe una ley que nadie debe quebrantar: “Libertaribunis felicisimus” que significa: Libres y Felices. Es nuestra obligación vivir así para que la armonía no se rompa.

La Pulga Siniestra se maravillaba cada vez más de aquella gente. Por todos lados lo saludaban y le ofrecían hospitalidad, los niños corrían con sus ropajes de fibra de cocorocó riendo y jugando con tanta felicidad, que por un instante quiso regresar a su niñez y ser como ellos.
En el centro del pueblo había una gran plaza con una mesa hecha de piedra, sobre ella había numerosas frutas exóticas de colores y aromas jamás encontrados por La Pulga Siniestra. Había dedos de cambur que salían injertados en la parte superior de las piñas; Cocos rellenos de melocotón; Patillas que en vez de semilla tenían uvas y lo que más le gustó: un aguacate con palmito en su centro. Era maravilloso todo aquello.

-Nosotros comemos todos los días juntos cuando el sol se pone en la montaña de la gran caída de agua.
Mientras Himara decía esto, La Pulga Siniestra ve algo sobre la mesa que llamó su atención:

-¿Qué es eso? ¿Comen ustedes gusanos gigantes?

Himara se ríe del desconocimiento de su acompañante y le dice:

-No, ese es un chanchito multipatipedo. Los criamos solo para ocasiones especiales.

-¡Parece un cochino con diez patas!

Himara lo ve y llena de paciencia le dice:

-Ven, vayamos al río.

-Bien.

El camino hacia el río estaba rodeado de una selva exuberante. Flores de doble pétalo tan grandes y fragantes que podías acostarte sobre ellas y al levantarte quedabas impregnado de un sabroso perfume que te duraba todo el día. Si te acostabas sobre varias flores el aroma era muy similar al perfume de cóctel de azahares con narcisos aterciopelados. Las lianas estaban revestidas de un verdísimo musgo cubierto de florecitas amarillas, blancas, violetas y arriba los pájaros cantadores trinaban a ratos como chirulí, a ratos como canarios, a ratos como paraulatas.

-¿Qué es eso?

-Es un ave real canora de pico curvo

La Pulga Siniestra estaba viendo un pájaro extraordinario, de color dorado, grande, pero no tanto; más bien pequeño. Su cola brillaba como un sol y tenía una pluma de casi dos metros de largo. Sobre su cabeza había tres plumas en forma de zarcillos que remataban su punta con una campanita, la cual sonaba cada vez que el ave movía su cabeza. Tenía un canto que parecía decir: Temmmplusssss Mooooiffiiicatisssss Perpetuosssss. La Pulga Siniestra se detuvo un momento, sacó de su chaqueta el viejo mapa y se lo mostró a Himara.

-Este pájaro lo he visto antes.

-Bueno, es posible. Solo hay una condición para los que allí llegan.

-¿Cuál es?

-Debes asumir un compromiso perpetuo.

La Pulga Siniestra se paralizó de inmediato.

-¿Compromiso? ¿Cuál compromiso?
-El compromiso a unirse con alguien a perpetuidad.

-¡Ah!, ese compromiso…

La Pulga Siniestra guardó nuevamente el mapa en el bolsillo de su saco y siguió caminando, como meditando hasta que llagaron al río.

-¡Hola río!, ¡Hola pez!, ¡Hola Naturalis!

-¿Con quién hablas?

-Es parte de nuestra tradición que al llegar al río agradezcamos su grandeza ya que su agua nos da la vida de aves, plantas y todo lo que está sobre la tierra. Saludo al pez porque es mi amigo y a Naturalis porque ella me aconseja.

Casi no había terminado Himara de hablar cuando del río se asomó la cabeza de un pez con escamas de colores, como un arcoiris y una voz como de canto de sirena exclamó:

-¡Hola Himara!

-¡Hola Señor pez!

-¿Quién es tu amigo?

-Es La Pulga Siniestra

-¡Bienvenido al río de las aguas perpetuas!

-¡Gracias Señor pez!, pero, ¿Cómo es posible que hable nuestro idioma?

-Nosotros somos antes que los humanos en la creación, por lo tanto sabemos mucho más que ellos. Solo que siempre estamos callados porque sabemos que si habláramos delante de ellos nos llenarían de preguntas como: ¿Existen las sirenas? ¿El Holandés errante es un verdadero barco fantasma? ¿Dónde está el tesoro del pirata atolondrado? Es por eso que nos mantenemos en silencio. Aquí no lo hacemos porque cuando vienen las personas de la comarca solo vienen a beber agua, bañarse y a escuchar de nuestras charlas y cantos marinos.

-Es un honor que haya hablado conmigo.

-Lo hago porque tu fama de hombre prudente te ha precedido hasta el mismísimo reino de Neptuno.

-¡Gracias Señor pez!

De pronto otra voz salió del bosque. Una gran Señora vestida con un bellísimo traje de musgo y vegetales salió del bosque y saludó a Himara.

-¡Himara!

-¡Hola naturaleza!

Por donde la Señora pasaba el pasto reverdecía y miles de florecitas abrían sus pétalos.

-Ya oí que eres La Pulga Siniestra. Tu fama también ha llegado hasta mí. Aún recuerdo cuando salvaste aquellos árboles de hojas petrificadas de ser convertidos en adornos exóticos, también la vez que combatiste aquel voraz incendio que casi termina con el bosque de pinos ponchados y tantos pájaros y ardillas que has salvado.

-Yo solo hice lo que creí que era justo.

-Si, y eso fue muy bueno.

Así pasaron la mañana: hablando, cantando, riendo y soñando en aquel paraíso.
De regreso llegaron al centro del pueblo. Todos estaban reunidos alrededor de la inmensa mesa de piedra. Un niño dijo:

-¡Gracias a la naturaleza, al agua, y todo lo que está aquí podemos comer!

De inmediato sonó un gran aplauso y todos comenzaron a comer.
Había mucho apetito. Nada se desperdiciaba y los niños comían carnes, sopas, frutas y vegetales muy contentos. Al final nada sobró y un Momificatis sacó un violín y montado sobre la mesa llevando el compás con un pié, comenzó a tocar una alegre y divertida tonada. Todos, grandes y chicos se miraron unos a otros y corrieron a buscar sus parejas: los mayores con sus perpetuas, los jóvenes con sus casi perpetuas, los pequeños agarrados de la mano rodearon a todos en un inmenso círculo que giraba para un lado y para el otro al compás de la música.
De pronto La Pulga Siniestra sintió un jalón y casi sin darse cuenta estaba bailando el conocidísimo baile de la pata loca en el mismo centro de toda aquella algarabía de risas y felicidad.
La música paró repentinamente. La Pulga Siniestra se quedó mirando a los ojos de la hermosa Himara mientras ella también mirándolo le regalaba una dulce sonrisa. Poco a poco los rostros se fueron acercando el uno al otro. Ambos cerraron los ojos al momento que una sombra gigantesca los envolvía. Himara acerco sus labios a los de La Pulga Siniestra a la vez que extendía sus brazos para abrazarla y…
¡Zaasss! Una garras horripilantes vinieron del cielo y arrebataron a Himara de los brazos de La Pulga Siniestra, quien al detectar el peligro y con su acostumbrada velocidad, sacó su arma que dispara redes del fondo de su saco. Disparó y rescató de las garras de aquel pajarraco a la hermosa Himara.
Lo que sucedió al pajarraco no lo contaré aquí por consideración a los niños y la extrema crueldad del episodio. Sin embargo dicen que por allá en las montañas volcánicas de Sajonilandia hay un pajarraco extraño y sin plumas deambulando por allí contándole a todos que La Pulga Siniestra lo peló todito.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado. Pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.

Recuerda: Todos los niños son buenos y la fama por sus buenas acciones siempre habla bien de ellos.

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