Era una noche terriblemente oscura, los relámpagos alumbraban repentinamente todos los objetos de la vieja mansión, creando un ambiente de sombras y luces realmente espectrales. Los truenos, con su eco sordo, causaban temor en los viajeros que por causa de la tormenta tuvieron que refugiarse en la vieja y abandonada casa.
-Ma, parece que a la linterna se le están agotando las baterías.
-Tranquilo Pa, seguramente por algún lado habrá una vela que podamos encender.
Los viajeros, emparamados de pié a cabeza, entraban al porche de la casa agarraditos de las manos y llenos de mucho miedo.
-¡Epa!, ¡Epa! ¿Hay alguien en casa? Ma, debe estar abandonada, hasta el más sordo de los hombres hubiera escuchado nuestros gritos.
-Entremos Pa, debemos protegernos de esta tormenta tan fuerte.
Con una mano Pa empujó suavemente la puerta, al mismo tiempo ésta hacía un chirrido por el tiempo que había estado sin abrirse. Al pasar una ráfaga de viento y lluvia sacudieron la puerta y a los viajeros con fuerza.
-¡Cierra rápido Ma!
Ma cerró la puerta y agarrada fuertemente a Pa trataba de observar el sitio en el que habían entrado. Era un lugar bastante lúgubre, había muchas telarañas y polvo por todas partes, los viejos muebles estaban cubiertos por unas sábanas blancas….
-Mira Ma, ¡una chimenea! Veamos si la puedo encender.
-Pa sacó un encendedor de su bolsillo y ayudado con unos pedazos de viejos papeles recogidos del suelo encendió el fuego.
De inmediato la luz iluminó las penumbras y se pudo detallar un poco mas la vieja casa. Toda la construcción estaba prácticamente en ruinas, sin embargo, era evidente que había sido una casa espléndida: una escalera inmensa que llegaba desde un gran salón hasta el piso superior en donde se veían varias puertas que serían las habitaciones, un gran candelabro colgaba en el techo, las ventanas eran grandes y algunas aún tenían cortinas, los muebles antiguos y de madera fina y hacia un lado una puerta abierta a través de la cual se veía un escritorio y muchos libros, y otra entreabierta, en la que se observaba una vieja cocina.
-Pa este lugar me da mucho miedo, salgamos de aquí.
-Ma ¿A dónde iremos con esta tormenta? Lo mejor será esperar a que amanezca y podamos irnos.
-Pero Pa este lugar espanta hasta al más valiente.
-Si Ma, pero no tenemos alternativa. La lluvia y el viento son muy fuertes.
En ese preciso instante, una ráfaga de viento abrió con fuerza la puerta de la casa al tiempo que sonaba un gran golpe y la brisa sacudía todo el polvo a su paso. Como pudo Pa cerró la puerta y le colocó detrás una tranca para que no se volviera a abrir. Mientras tanto Ma, colgada al cuello de Pa, no lo soltaba…..
-Ma suéltame que no me dejas respirar.
Ma estaba aterrada. Aquella casa provocaba en ella un mal presentimiento y eso la tenía muy nerviosa.
-Ven Ma, pongámonos cerca del fuego para calentarnos un poco.
Se sentaron en una alfombra que estaba cerca de la chimenea a coger un poco de calorcito.
-Ma, ¿quieres un poco de galletas?
Pa sacó unas galletas de su abrigo y entre los dos se las comieron. Luego abrazaditos el uno al otro, trataron de dormir un poco pensando que así el tiempo pasaría rápido y amanecería pronto.
Pasaron unos minutos cuando Pa ya estaba roncando. Pero Ma no podía pegar un ojo, las llamas de la chimenea reflejaban su luz sobre los muebles y producían sombras fantasmales de los mismos.
-¡Despierta Pa! -Gritó Ma de pronto- ¡un fantasma!, ¡un fantasma!
Pa se despertó sobresaltado, y agarrando un pedazo de madera, decía:
-¿Dónde? ¿Dónde?
-Por allá - dijo Ma sujeta fuertemente al cuello de Pa, mientras señalaba hacia la escalera del gran salón- Lo vi por allá, era alto con sombrero de poncho y una sábana blanca, no tenía pies y parecía reírse de nosotros.
-Pero Ma,….. ¡Ma!, me estás asfixiando, …… Ma, … me ahogo, no puedo respi…
Ma soltó a Pa, que ya casi se estaba poniendo morado…
-Salió por allá Pa
- Esta bien. Déjame averiguar que fue lo que viste. Quédate aquí un momento mientras veo que pasa.
No había terminado de decir la última palabra, cuando de pronto algo empujaba la tranca de la puerta principal y la abría con fuerza.
Ma brincó al cuello de Pa, el cual lleno también de terror, vio como entre el viento, la lluvia y la luz de los relámpagos, salía una figura espeluznante que tenía una cabeza en la mano.
Ma y Pa estaban aterrorizados, abrazados y llenos de pánico gritaban a la vez ¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡El fantasma nos quiere matar!
De pronto, de la sombra salió un haz de luz, que los iluminó a la vez que se oía:
-Tranquilos, no pasa nada. No soy un fantasma. Soy La Pulga Siniestra
El terror era tan grande que Ma y Pa no dejaban de gritar. La Pulga Siniestra se les fue acercando con cuidado, hasta que la luz de la chimenea alumbró su figura.
-¡Ma suelta, suelta, me estás asfixiando!, ¡es La Pulga Siniestra!
-¿La pulga Siniestra? ¿La Pulga Siniestra qué hace por aquí? – Dijo Ma al tiempo que dejaba respirar a Pa que estaba moradito moradito-.
-Vengo de regreso de una investigación supersecreta relacionada con la Escarpaturria Ocasional, cuando el río crecido cerró el paso y recordé esta casa que perteneció a mi difunto tátara tatarabuelo y vine a guarecerme de la lluvia y la fuerte brisa.
-¿Y eso que llevas en la mano? ¿Es una cabeza que encontraste? Dijo Pa señalando la mano de La Pulga Siniestra.
-Ja, Ja, Ja, no es una cabeza, es mi pelota especial. Está firmada por Don Petronio de la Patada Loca y es un recuerdo del su último partido.
-Yo vi tu silueta – dijo Ma – con eso en la mano, con los relámpagos detrás de ti y creí que era el Descabezado de la Cabeza Calva y me puse muy nerviosa.
-¿Por qué esta casa está tan abandonada? - Preguntó Pa - ¿Acaso está habitada por fantasmas?
-No, como les dije, esta casa perteneció a mi tátara tatarabuelo. El siempre la tenía así como ustedes la ven; a él le gustaba invitar a sus amigos aquí y en la noche, cuando se dormían, se ponía un sombrero poncho, una sábana y en su mano derecha una cabeza hecha de calabaza y así les jugaba a sus amigos bromas bastante pesadas. Las noches como éstas eran sus favoritas.
-Un poco raro tu tátara tatarabuelo, ¿Verdad Ma?
-Si Pa.
-Bueno, ¿Me dan permiso para acompañarlos junto a la chimenea?
-Claro Pulga Siniestra. Ven aquí, está calentito.
Cuando La Pulga Siniestra se quitó el impermeable y se acomodó cerca de la chimenea se oyó en la cocina un tremendo golpe ¡Pummm! Y luego ¡Cataplummm!. Con la agilidad que siempre la caracteriza, La Pulga Siniestra se incorporó de un solo brinco y asumiendo la postura Ninja de defensa antiespantos tremebundis, dijo:
-Tranquilos, yo investigaré que pasó.
-No nos dejes aquí solitos – Dijo Ma mientras se colgaba fuertemente al pescuezo de Pa- ¿Verdad Pa?
-Si, -alcanzó a decir Pa, al tiempo que trataba de quitarse del cuello las manos de Ma – Suelta Ma, suelta. Me ahogo, no puedo respi….
La Pulga Siniestra asintió con la cabeza y muy bajito les dijo:
-Pero en silencio… y suelta a Pa que no puede respirar.
-Bien. Lo siento Pa.
-Ufff..... Gracias Ma.
Sigilosamente se acercaron a la cocina. La Pulga Siniestra alumbraba con su linterna de luz incandescente y allá, detrás de la nevera vio a un pequeño ratoncito que se escondía en un agujerito en la pared. Se volteó hacia sus compañeros y dijo:
-¡Es solo un pequeño ratoncito!
Todos se tranquilizaron
-¡Creo que estamos nerviosos sin necesidad!
Ma no había terminado de decirlo, cuando en el piso superior se escuchó como si alguien arrastrara cadenas muy pesadas. Se miraron unos a otros y salieron a ver que pasaba. Todo se había quedado en extremo silencio, solo se escuchaba la respiración entrecortada de Pa que otra vez casi no podía respirar, pues Ma lo abrazaba por el cuello. La Pulga Siniestra se volteó y le dijo:
-Suéltalo Ma, ya está moradito.
-¡Ah si!, no me había dado cuenta.
La Pulga Siniestra alumbraba la escalera con su poderosa linterna y los tres agarraditos de las manos comenzaron a subir la escalera lentamente. Los escalones crujían y su sonido junto con el de los truenos hacía el ambiente muy tenebroso. Al llegar a la puerta, La Pulga Siniestra la abrió poco a poco y vio que parte del techo había caído, y con él, la cadena junto con la lámpara que la sostenía.
-El techo de madera está casi podrido y cedió por el peso de la lámpara y la cadena – Dijo La Pulga Siniestra – Bajemos.
-¡Mira! – Dijo Ma señalando a través de la ventana – está amaneciendo y ha dejando de llover.
-Si Ma, Vamos a esperar el autobús para regresar a casita ¿Te parece?
-Bien Pa.
-Mi carrito está antes del puente. Seguro ya el río bajó y yo los puedo llevar hasta su casa.
-Gracias Pulga Siniestra
Mientras los tres caminaban por el sendero hacia el carrito de La Pulga Siniestra, se escuchó un grito aterrador ¡Buuaaaahhhhhh!!!. Todos se miraron unos a otros y apresuraron el paso. Solo La Pulga Siniestra volteó a ver hacia la vieja mansión, y allá en el último piso, en el último cuarto, le pareció ver la silueta de su tátara tatarabuelo con la cabeza de calabaza en la mano.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado, pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.