sábado, 27 de agosto de 2011

EL FANTASMITA ROCHELERO Caso 003


Era una noche terriblemente oscura, los relámpagos alumbraban repentinamente todos los objetos de la vieja mansión, creando un ambiente de sombras y luces realmente espectrales. Los truenos, con su eco sordo, causaban temor en los viajeros que por causa de la tormenta tuvieron que refugiarse en la vieja y abandonada casa.

-Ma, parece que a la linterna se le están agotando las baterías.

-Tranquilo Pa, seguramente por algún lado habrá una vela que podamos encender.

Los viajeros, emparamados de pié a cabeza, entraban al porche de la casa agarraditos de las manos y llenos de mucho miedo.

-¡Epa!, ¡Epa! ¿Hay alguien en casa? Ma, debe estar abandonada, hasta el más sordo de los hombres hubiera escuchado nuestros gritos.

-Entremos Pa, debemos protegernos de esta tormenta tan fuerte.

Con una mano Pa empujó suavemente la puerta, al mismo tiempo ésta hacía un chirrido por el tiempo que había estado sin abrirse. Al pasar una ráfaga de viento y lluvia sacudieron la puerta y a los viajeros con fuerza.

-¡Cierra rápido Ma!

Ma cerró la puerta y agarrada fuertemente a Pa trataba de observar el sitio en el que habían entrado. Era un lugar bastante lúgubre, había muchas telarañas y polvo por todas partes, los viejos muebles estaban cubiertos por unas sábanas blancas….
-Mira Ma, ¡una chimenea! Veamos si la puedo encender.

-Pa sacó un encendedor de su bolsillo y ayudado con unos pedazos de viejos papeles recogidos del suelo encendió el fuego.

De inmediato la luz iluminó las penumbras y se pudo detallar un poco mas la vieja casa. Toda la construcción estaba prácticamente en ruinas, sin embargo, era evidente que había sido una casa espléndida: una escalera inmensa que llegaba desde un gran salón hasta el piso superior en donde se veían varias puertas que serían las habitaciones, un gran candelabro colgaba en el techo, las ventanas eran grandes y algunas aún tenían cortinas, los muebles antiguos y de madera fina y hacia un lado una puerta abierta a través de la cual se veía un escritorio y muchos libros, y otra entreabierta, en la que se observaba una vieja cocina.

-Pa este lugar me da mucho miedo, salgamos de aquí.

-Ma ¿A dónde iremos con esta tormenta? Lo mejor será esperar a que amanezca y podamos irnos.

-Pero Pa este lugar espanta hasta al más valiente.

-Si Ma, pero no tenemos alternativa. La lluvia y el viento son muy fuertes.

En ese preciso instante, una ráfaga de viento abrió con fuerza la puerta de la casa al tiempo que sonaba un gran golpe y la brisa sacudía todo el polvo a su paso. Como pudo Pa cerró la puerta y le colocó detrás una tranca para que no se volviera a abrir. Mientras tanto Ma, colgada al cuello de Pa, no lo soltaba…..

-Ma suéltame que no me dejas respirar.

Ma estaba aterrada. Aquella casa provocaba en ella un mal presentimiento y eso la tenía muy nerviosa.

-Ven Ma, pongámonos cerca del fuego para calentarnos un poco.

Se sentaron en una alfombra que estaba cerca de la chimenea a coger un poco de calorcito.

-Ma, ¿quieres un poco de galletas?

Pa sacó unas galletas de su abrigo y entre los dos se las comieron. Luego abrazaditos el uno al otro, trataron de dormir un poco pensando que así el tiempo pasaría rápido y amanecería pronto.
Pasaron unos minutos cuando Pa ya estaba roncando. Pero Ma no podía pegar un ojo, las llamas de la chimenea reflejaban su luz sobre los muebles y producían sombras fantasmales de los mismos.

-¡Despierta Pa! -Gritó Ma de pronto- ¡un fantasma!, ¡un fantasma!

Pa se despertó sobresaltado, y agarrando un pedazo de madera, decía:

-¿Dónde? ¿Dónde?

-Por allá - dijo Ma sujeta fuertemente al cuello de Pa, mientras señalaba hacia la escalera del gran salón- Lo vi por allá, era alto con sombrero de poncho y una sábana blanca, no tenía pies y parecía reírse de nosotros.

-Pero Ma,….. ¡Ma!, me estás asfixiando, …… Ma, … me ahogo, no puedo respi…

Ma soltó a Pa, que ya casi se estaba poniendo morado…

-Salió por allá Pa

- Esta bien. Déjame averiguar  que fue lo que viste. Quédate aquí un momento mientras veo que pasa.

No había terminado de decir la última palabra, cuando de pronto algo empujaba la tranca de la puerta principal y la abría con fuerza.
Ma brincó al cuello de Pa, el cual lleno también de terror, vio como entre el viento, la lluvia y la luz de los relámpagos, salía una figura espeluznante que tenía una cabeza en la mano.
Ma y Pa estaban aterrorizados, abrazados y llenos de pánico gritaban a la vez ¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡El fantasma nos quiere matar!

De pronto, de la sombra salió un haz de luz, que los iluminó a la vez que se oía:

-Tranquilos, no pasa nada. No soy un fantasma. Soy La Pulga Siniestra

El terror era tan grande que Ma y Pa no dejaban de gritar. La Pulga Siniestra se les fue acercando con cuidado, hasta que la luz de la chimenea alumbró su figura.

-¡Ma suelta, suelta, me estás asfixiando!, ¡es La Pulga Siniestra!

-¿La pulga Siniestra? ¿La Pulga Siniestra qué hace por aquí? – Dijo Ma al tiempo que dejaba respirar a Pa que estaba moradito moradito-.   

-Vengo de regreso de una investigación supersecreta relacionada con la Escarpaturria Ocasional, cuando el río crecido cerró el paso y recordé esta casa que perteneció a mi difunto tátara tatarabuelo y  vine a guarecerme de la lluvia y la fuerte brisa.

-¿Y eso que llevas en la mano? ¿Es una cabeza que encontraste? Dijo Pa señalando la mano de La Pulga Siniestra.

-Ja, Ja, Ja, no es una cabeza, es mi pelota especial. Está firmada por Don Petronio de la Patada Loca y es un recuerdo del su último partido.

-Yo vi tu silueta – dijo Ma – con eso en la mano, con los relámpagos detrás de ti y creí que era el Descabezado de la Cabeza Calva y me puse muy nerviosa.

-¿Por qué esta casa está tan abandonada? - Preguntó Pa - ¿Acaso está habitada por fantasmas?

-No, como les dije, esta casa perteneció a mi tátara tatarabuelo. El siempre la tenía así como ustedes la ven; a él le gustaba invitar a sus amigos aquí y en la noche, cuando se dormían, se ponía un sombrero poncho, una sábana y en su mano derecha una cabeza hecha de calabaza y así les jugaba a sus amigos bromas bastante pesadas. Las noches como éstas eran sus favoritas.

-Un poco raro tu tátara tatarabuelo, ¿Verdad Ma?

-Si Pa.

-Bueno, ¿Me dan  permiso para acompañarlos junto a la chimenea?

-Claro Pulga Siniestra. Ven aquí, está calentito.

Cuando La Pulga Siniestra se quitó el impermeable y se acomodó cerca de la chimenea se oyó en la cocina un tremendo golpe ¡Pummm! Y luego ¡Cataplummm!. Con la agilidad que siempre la caracteriza, La Pulga Siniestra se incorporó de un solo brinco y asumiendo la postura Ninja de defensa antiespantos tremebundis, dijo:

-Tranquilos, yo investigaré que pasó.

-No nos dejes aquí solitos – Dijo Ma mientras se colgaba fuertemente al pescuezo de Pa- ¿Verdad Pa?

-Si, -alcanzó a decir Pa, al tiempo que trataba de quitarse del cuello las manos de Ma – Suelta Ma, suelta. Me ahogo, no puedo respi….

La Pulga Siniestra asintió con la cabeza y muy bajito les dijo:

-Pero en silencio… y suelta a Pa que no puede respirar.

-Bien. Lo siento Pa.

-Ufff..... Gracias Ma.

Sigilosamente se acercaron a la cocina. La Pulga Siniestra alumbraba con su linterna de luz incandescente y allá, detrás de la nevera vio a un pequeño ratoncito que se escondía en un agujerito en la pared. Se volteó hacia sus compañeros y dijo:

-¡Es solo un pequeño ratoncito!

Todos se tranquilizaron

-¡Creo que estamos nerviosos sin necesidad!

Ma no había terminado de decirlo, cuando en el piso superior se escuchó como si alguien arrastrara cadenas muy pesadas. Se miraron unos a otros y salieron a ver que pasaba. Todo se había quedado en extremo silencio, solo se escuchaba la respiración entrecortada de Pa que otra vez casi no podía respirar, pues Ma lo abrazaba por el cuello. La Pulga Siniestra se volteó y le dijo:
-Suéltalo Ma, ya está moradito.

-¡Ah si!, no me había dado cuenta.

La Pulga Siniestra alumbraba la escalera con su poderosa linterna y los tres agarraditos de las manos comenzaron a subir la escalera lentamente. Los escalones crujían y su sonido junto con el de los truenos hacía el ambiente muy tenebroso. Al llegar a la puerta, La Pulga Siniestra la abrió poco a poco y vio que parte del techo había caído, y con él, la cadena junto con la lámpara que la sostenía.

-El techo de madera está casi podrido y cedió por el peso de la lámpara y la cadena – Dijo La Pulga Siniestra – Bajemos.

-¡Mira! – Dijo Ma  señalando a través de la ventana – está amaneciendo y ha dejando de llover.

-Si Ma, Vamos a esperar el autobús para regresar a casita ¿Te parece?

-Bien Pa.

-Mi carrito está antes del puente. Seguro ya el río bajó y yo los puedo llevar hasta su casa.

-Gracias Pulga Siniestra

Mientras los tres caminaban por el sendero hacia el carrito de La Pulga Siniestra, se escuchó un grito aterrador ¡Buuaaaahhhhhh!!!. Todos se miraron unos a otros y apresuraron el paso. Solo La Pulga Siniestra volteó a ver hacia la vieja mansión, y allá en el último piso, en el último cuarto, le pareció ver la silueta de su tátara tatarabuelo con la cabeza de calabaza en la mano.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado, pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.  

domingo, 21 de agosto de 2011

"LA PULGA SINIESTRA VISITA EL OESTE" Caso 013


Durante mucho tiempo La Pulga Siniestra sintió mucha atracción por las historias que contaban todas aquellas personas que llegaban del Lejano Oeste.
Historias llenas de indios aguerridos, buscadores de oro, vaqueros audaces y todo tipo de aventuras que, en muchas ocasiones resultaban difíciles de creer. Un buen día, leyendo el periódico matutino, encontró un anuncio que decía: “¿Conoce Ud. El Lejano Oeste?” y mas abajo aparecía una foto de un pueblo fantasma abandonado. De inmediato La Pulga Siniestra pensó lo que habría pasado con ese pueblo y cómo pudo convertirse en un pueblo fantasma. Casi sin pensarlo arregló su equipaje, salió hacia el aeropuerto y allí compró un boleto rumbo a Oestilandia.

Oestilandia era un lugar muy hermoso, un poco caluroso, pero con toda la belleza del Oeste. Cuando salía del aeropuerto vio una tienda de víveres y cosas al estilo vaquero, entró allí y se compró: un pantalón vaquero, un chaleco de cuero, una camisa de cuadros, un pañuelo, un sombrero de ala grande, una cantimplora y lo más importante, compró un mapa antiguo que señalaba el lugar donde estaban los indios Patas Calientes y el camino a través del desierto para llegar a La Horca Batiente, un verdadero pueblo fantasma. Luego se acercó a un establo que estaba al final de la calle y compró un caballo con su montura.

La Pulga Siniestra trepó sobre su corcel, abrió el mapa, se ubicó mirando hacia el Norte y dijo:

-Norte, Sur, Este y Oeste. El camino es por allá, al tiempo que señalaba el Oeste.

Un viejo que lo había estado observando le dio un grito y le dijo:
-¡Forastero! ¿a dónde se dirige?

-Voy a atravesar el desierto para ir a La Horca Batiente, quiero saber por qué ese pueblo fue abandonado.

-Hay muchas historias que se dicen por ahí, pero la más famosa es la de Cathy y Dorothy. Dice la leyenda que ellas vivían en una pequeña casita en la calle principal del pueblo y un buen día el jefe de la tribu de Los Pata Caliente se las llevó y la gente al ver que no volvían, se asustaron mucho y abandonaron el pueblo.

-¿Y Ud. qué cree que pasó?

-Pues no sé –dijo el viejo rascándose la barba- quizás la gente haya tenido razón y sea peligroso ir por esos lares. Yo no iría por allá, uno no sabe lo que pueda pasar.

-Bueno, yo iré a averiguarlo.

-Tenga buen viaje forastero y recuerde que si pasa algo, yo le advertí.

-Adiós.

La Pulga Siniestra emprendió el camino siguiendo la ruta que marcaba el mapa. Después de recorrer mas de veinte kilómetros y de tener sobre su cabeza el Sol con todo su calor, sintió un poco de sed, se bajó de su caballo, le dio un poco de agua y mientras bebía un poco también, contemplaba lo grande y caluroso del desierto. A lo lejos se veían unas montañas y un poco antes algunos cactus, piedras y mucha arena. Luego de reposar un rato continuó el viaje hasta que comenzó a bajar el Sol y con él se iba yendo el sofocante calor. Llegó a un lugar donde había una gran piedra, cerca de ella decidió acampar, prendió su fogata con algunos leños que consiguió cerca, preparó unos frijoles y café, y después de comer se echó panza para arriba a contemplar las estrellas que ya habían salido, hasta que se durmió. Estaba amaneciendo cuando un frío que llegaba hasta los huesos hizo que despertara.

-¡Huy! ¡Que frío tan espantoso!

La Pulga Siniestra se levantó, calentó un poco de café y mientras lo tomaba echó otra ojeada al mapa para seguir la ruta, luego recogió el campamento, apagó la fogata y siguió el viaje aprovechando en frescor de la mañana antes de que el Sol calentara nuevamente. Pasaron tres horas, ya el Sol estaba comenzando a sacar el sudor de la frente de La Pulga Siniestra, cuando sacó su pañuelo para secarse la frente vio en el horizonte una columna de humo que se levantaba entre dos montañas. Sacó de las alforjas un catalejos antirreflejos bidireccional y ….

-¡Son indios Patas Calientes! ¿Serán agresivos?

Sacó nuevamente el mapa y verificó que allí, de donde salía el humo, justamente en el mapa aparecía una flecha que señalaba: “Aquí indios Patas Calientes”

La Pulga Siniestra que nunca había sentido temor a nada se dirigió hacia el lugar donde salía el humo. A medida que se acercaba aumentaba el olor de carne quemada. Una extraña sensación subió por la espalda de La Pulga Siniestra. Bajó del caballo y se fue arrastrando hasta donde salía el humo. Había seis indios sentados alrededor del fuego, todos tenían en las manos unos cuchillos muy filosos y en el centro de la fogata había un jugoso y suculento trozo de carne de porcorejón esperando para ser comido. La Pulga Siniestra sintió a sus espaldas los pasos de alguien que se acercaba y con la velocidad que siempre la caracteriza volteó, dio un gran salto y asumiendo la posición de la grulla de Kung Fu dijo:

-¿Quién trata de sorprenderme?

-Tranquilidad, tranquilidad.- Decía una anciana india que con un cucharón en la mano se acercaba a La Pulga Siniestra.- Hace rato que escuchamos el galope de tu caballo y estábamos seguros de que vendrías por aquí a curiosear que estaba pasando, y yo he venido a invitarte a comer una deliciosa carne de porcorejón, porque supongo que tendrás hambre ¿O no?.

-La verdad es que ya que se han tomado esas molestias, sería muy descortés de mi parte despreciar tan exquisita invitación.

-Ven pues, vayamos a comer.

Al llegar al lugar en donde estaban los demás indios reunidos la anciana los presentó:

-Este es Rodilla Pelada, le dicen así porque siempre sube por las montañas como si fuera un chivo; este es Pelo Lindo, le dicen así porque nació sin pelos; este es Cara de Lata, porque su cara parece un hocico de rata; este es Pajarito, porque cuando pequeño se comió las plumas de un canario poncho; este es Pata Pata, porque al bailar la danza de la lluvia tiene dos pies izquierdos y este es Caracolito, porque siempre lleva su carpa con él.

-Bueno, yo soy La Pulga Siniestra

-Si, todos sabemos quien eres. Tu fama ha llegado hasta aquí. Lo que no sabemos es qué estás buscando tan lejos de tu comarca.

-Bien, les contaré que desde hace mucho tiempo he pensado en conocer el Oeste, siempre me han gustado las historias y aventuras que cuentan algunos libros de historia, además encontré un aviso en el periódico en el que invitaban a conocer el Oeste. Me decidí y aquí estoy.

La Pulga Siniestra continuó hablando y comiendo corporejón con sus nuevos amigos. De ellos aprendió cómo se hace la danza de la lluvia, cómo se fabrica un arco y flechas, cómo se curte la piel para hacer ropa, para qué se usa la pipa de la paz y por qué su dios se llama  Manitú. Pasaron toda la tarde en una charla muy amena hasta que La Pulga Siniestra preguntó:

-¿Conocieron ustedes la historia de Cathy y Dorothy?

Todos hicieron silencio a la vez que intercambiaban miradas unos con otros. Después de un buen rato Rodilla Pelada tomó la palabra y dijo:

-Es una historia muy triste que ninguno de nosotros queremos recordar

-Lo que pasa es que dicen en Oestilandia que un jefe indio de la tribu Patas Calientes se las llevó y nunca más se supo de ellas.

-No fue así. Lo que pasó fue que Cathy y Dorothy salieron un día de paseo por el desierto y llegando al pie de esta montaña, bajaron de sus caballos, cuando lo hicieron se sentaron en una piedra y estando allí, vieron en el suelo una pepita de oro. Dorothy la recogió y le dijo a Cathy que la ayudara a buscar más pepitas. Al pasar un rato ya habían recogido casi un costal de oro. Luego tomaron el oro y lo escondieron en una cueva cercana para ir a recogerlo al día siguiente, sin saber que en ella vivía la hechicera de la tribu la gran Vero-Pack.
Cathy y Dorothy volvieron al día siguiente para seguir recogiendo oro, pero al salir del pueblo dejaron un zapato de indio Patas Calientes para que la gente del pueblo no supiera que ellas habían encontrado el oro. La gente del pueblo “La Soga Batiente” se asustó y abandonó el pueblo. Así el pueblo quedó solo y se convirtió en un pueblo fantasma.

-O sea, es un pueblo fantasma pero sin fantasmas.

-Sí

-¿Y qué pasó con la hechicera Vero-Pack?

La anciana tomó la palabra y dijo:

-Ella fue la mejor cocinera que hemos tenido en nuestra aldea, era muy famosa entre todas las tribus por su caldo de alas de lagarto volador, puré de huevos de Cúa Cúa y parrillita de cola de Pelonturis. Han pasado muchos años y todavía se habla de su buen gusto en la cocina. Lo cierto es que Cathy y Dorothy escondieron el oro dentro de una gran olla de hierro que estaba dentro de la cueva sin saber que la olla era de la hechicera. Cuando ésta llegó a cocinar deditos de patatús, consiguió su olla llena de oro.  Esa fue la última vez que la vimos, iba cargando su olla por todo el desierto y nunca jamás volvió.  Por otro lado Cathy y Dorothy siguieron las huellas de la olla sobre la arena para tratar de recuperar el oro que creían les pertenecía. Dicen algunos indios Patas Calientes que fueron vistas en la Gran Ciudad, las tres juntas, muy amigables, vistiendo hermosos trajes y tomando en lugares de lujo tazas de té.
Y eso es todo lo que sabemos.

-Es una historia muy interesante, gracias por contármela. ¿Puedo tomarles una foto?

-Sí.

-Vean el pajarito. ¡Click!

La Pulga Siniestra siguió al pueblo de “La Soga Batiente”, tomó muchas fotos y se llevó muy gratos recuerdos de su viaje.

Cuando llegó a su Comarca fue al periódico local y llevó las fotos para que las publicaran y contó la historia que le habían dicho los indios Patas Calientes. Pasaron unos días hasta que…..

-Aló, ¿Hablo con La Pulga Siniestra?

La voz de una ancianita se escuchaba del otro lado de la línea telefónica.

-Sí, ¿En qué puedo servirle?

-Llamamos para darle las gracias por las fotos que publicó en el Periódico local, las imágenes nos trajeron muy bonitos recuerdos. Nosotras somos Cathy, Dorothy y Vero-Pack, somos las mejores amigas y queremos que nos haga un favor……

-Al cabo de unas semanas La Pulga Siniestra se presentó ante la tribu de Los Patas Calientes, llevando el saludo y el cariño de las tres viejas amigas, acompañados de una docena de calderos de hierro perfectamente curados y un libro de cocina que decía en su carátula “La Cocina de Los Patas Calientes por Vero-Pack, su Hechicera de Confianza”.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado, pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.



  



sábado, 13 de agosto de 2011

POLO EL ABEJORRO DISTRAIDO Caso 115


Como siempre, Polo se había quedado dormido, un rayo de Sol le pegaba directamente en sus ojos y le causaba mucho fastidio el tener que levantarse una vez más. El quería dormir, pero sabía que le resultaría imposible. En pocos segundos el colmenar se despertaría completamente y comenzarían las órdenes de las abejas obreras: ¡Polo levántate!, ¡Polo trae néctar!, ¡Polo vacía la cera!, ¡Polo!, ¡Polo!, ¡Polo!, ……¡Siempre yo!

-¡Polo levántate!, resonó a su lado

Como siempre, allí estaba ella, con sus manos en la cintura y dando golpecitos en la entrada de la celdilla con su pata izquierda.

-¡Polo, a levantarse que pronto el Sol subirá y secará el rocío de las flores y luego no habrá néctar!

-Está bien, ya oí, ya voy

Y estirándose un poco volvió a acurrucarse en la tibia celdilla.

-¡Polo!

Como de rayo se puso de pié, despabiló y salió corriendo a la fila de recoger las cubetas a la vez que se oía una voz que decía: el otro, el otro, e iban recibiendo las cubetas.

-¿Otra vez tú? ¿No te habían sacado del grupo de tareas de recolector?

-Si, pero la Reina decidió darme una nueva oportunidad. Respondió Polo al jefe de cubetas.
-Si la Reina lo manda, así será, toma y recuerda: ayer solo hiciste un viaje.

-Es que perdí la ruta

-Menos mal que no eres explorador, porque si no, quien sabe que hubiera pasado en el colmenar.

Polo recogió sus cubetas, llegó a la pista de despegue que se encontraba en la parte baja de la colmena y trató de despegar, pero se tropezó con varias abejas que ya regresaban con sus cubetas rebosando de néctar. Como pudo, tropezando y dando empujones, logró salir de aquel tropel de abejas que iban y venían sin descansar.
Después de dar dos vueltas, logró distinguir a la abeja guía que llevaba en sus patitas traseras el letrero indicador: “Por aquí” y abajo una flecha que señalaba la dirección de las flores con mayor cantidad de néctar.
Siguió la dirección indicada, voló hacia allá un rato y de pronto apareció delante el campo de flores mas grande y multicolor que jamás hubiera visto. Habían flores silvestres amarillas, de las que hay que meterse en varias para poder llenar las cubetas; estaban las blancas grandes, en las que se podían llenar rápido las cubetas, pero había que tener mucho cuidado con los colibríes porque ellos se chupaban todo y casi siempre se perdía el viaje; también estaban las de color violeta, buenas para cargar, pero siempre muy visitadas por las mariposas y estaban las de color carmesí, que aparte de tener abundante néctar, desprendían aquel aroma tan dulce y fragante.
Comenzó dando un vuelo rasante por el campo florido para escoger cual flor sería su proveedora. Después de dar uno y otro y otro vuelo, escogió aquélla de aquél extremo. Se lanzó en picada con sus cubetas y aterrizó sobre un pétalo rojo aterciopelado.

-¡OH!, que suavecito está este pétalo, provoca acostarse y descansar un poco.

Puso las cubetas de lado y se echó boca arriba mirando las nubes y el azul del cielo y así, casi sin darse cuenta, se quedó dormido.

-¿Qué sucede? ¿Quién hace ese ruido? Dijo al despertarse

Parecía que había comenzado una revolución, se escuchaba como la marcha de los soldados en el ejército. Era un ciempiés que marchaba por el tallo hacia su flor.

-¡Epa! ¡Epa!, que aquí está ocupado.

-¿Cómo que ocupado? Ustedes los abejorros nunca han entendido que a nosotros los gusanos, también nos gusta comer los pétalos de las flores y no solamente hojas y tallos verdes.

-No es eso amigo gusano, lo que pasa es que con su marcha las flores tiemblan y se bambolean mucho y la vibración tumba el rocío, y ¿Cómo voy a llenar mis cubetas con el néctar si no hay rocío? 

-Está bien, esperaré a que suba el Sol y que no haya rocío para venir a comer. Solo una cosa más.

-Diga amigo gusano

-Debo dar la vuelta en aquélla hoja porque aquí es muy estrecho y no puedo girar.

-Está bien, pero procure marchar con suavidad, suave…, suave….

El gusano dio la vuelta casi sin hacer vibrar la flor. Poco a poco se fue yendo, arrastrando con suavidad cada uno de sus cien zapatitos.
Polo se estiró nuevamente y dijo:
-Bueno, ¡A ver si al fin se puede descansar!

Cuando ya se iba a acostar, nuevamente un zumbido alteró su paz.

-¡Lo que faltaba! Una abeja espía, espero que no haya notado que estaba descansando.

Y rápidamente Polo se fue al centro de la flor en donde estaba el néctar y se puso a llenar las cubetas, al tiempo que sentía que alguien aterrizaba detrás de él. Sonaron unas cubetas y sin mirar atrás dijo con voz grave:

-Está ocupado

Y una dulce voz respondió:

-Disculpe, creo que me confundí de flor.

Polo volteó a mirar quien le había respondido y quedó estupefacto, la mas linda abeja que jamás había visto, sus antenitas tan derechitas, sus ojitos grandes, negros y redondos y lo que mas le llamaba la atención, su colita con sus rayitas negras y amarillas intensas.
Su corazón palpitó con fuerza cuando vio que la abeja se disponía a levantar el vuelo.

-¡Espera!, aquí hay espacio para los dos.

La abeja llevó las cubetas al centro de la flor y cuando ya iba comenzar llenar los baldes Polo le dijo:

-Dame, yo te los lleno. No te había visto en la colmena. ¿En qué sector trabajas?

-No vivo en tu colmena, yo vivo en un apiario

-Yo no, soy un abejorro libre. Mi colmena está en el samán más alto de todo el bosque.

-Yo siento que trabajo y trabajo y nunca se llena la colmena.

-¿Cómo es eso?

-Bueno, todas llevamos el néctar y lo colocamos en las celdillas, pero cada vez que llegamos la colmena está más alta, pero parece vacía.

-¡Que extraño!

-Bueno, me voy, que tengas buen día.

-Gracias, ¿Nos vemos mañana?

-Bueno.

Polo había quedado impactado por la hermosura de aquella abeja.

-Debo averiguar donde es el apiario en el que vive. Pero antes debo recoger todo el néctar que pueda, porque si no, me sale arresto y no podré volver mañana.

Polo trabajó fuertemente. Nunca en su abejorril vida se había esforzado tanto. En la colmena todos estaban sorprendidos. ¡Ciento quince viajes! Era una verdadera proeza. En la tarde, cuando dejó de trabajar, fue llamado por la Reina. Allí, en presencia de todos los zánganos, obreras y abejas ventiladoras para refrescar el panal, recibió el galardón del día. Este era un reconocimiento hecho de polen que se le otorgaba al mejor trabajador del colmenar. Luego del acto, se retiró a su celdilla, esperando a que el nuevo día despuntara para reunirse con la abejita del apiario.

Aún no había amanecido cuando Polo ya estaba de primero en la fila de las cubetas. El jefe de cubetas quedó sorprendido cuando vio a Polo allí.

-¿Y a ti que bicho te ha picado que estás tan madrugador?

-Nada respondió Polo, tú solo dame mis cubetas, que tengo mucho por hacer hoy.

-Toma pues. Dijo el jefe de cubetas.

Polo bajó a la pista y casi sin tocarla, salió como un rayo al campo de flores a esperar a la hermosa abeja del apiario. Pasaron unos minutos llenos de mucho nerviosismo e impaciencia, hasta que al fin….

-Hola, ¿Cómo estás?, creí que no vendrías hoy a recoger néctar, te he estado esperando desde hace un buen rato.

-Bueno, lo que pasa es que estuve en una reunión de emergencia, pues, hubieron muchos nacimientos en la colmena del apiario y escaseaba la jalea real y tuve que trabajar sobre tiempo.

-Hoy quisiera conocer el apiario donde vives.

-Tú sabes que eso es muy peligroso, los zánganos y las abejas soldado te matarían.

-Si, es verdad, pero tengo un plan para que nadie se dé cuenta de mi presencia.

-¿Qué piensas hacer?

-Voy a cubrirme todito con polen y en la cabeza me pondré una flor como sombrero y nadie se dará cuenta de que soy un extraño.

-Me parece que puede resultar tu engaño.

Así pues, llenaron rápidamente las cubetas con néctar, Polo se puso su disfraz de yo no fui y salieron volando hacia el apiario.
Volaron por un buen rato hasta que se encontraron con un terreno grandísimo lleno de cajas unas arriba de las otras. En la parte de abajo había una pista de aterrizaje que llamaban piquera. Miles y miles de abejas volaban por todos lados y también en la entrada de las piqueras.

-¿Cómo sabes cual es tu colmena? Dijo Polo.

-Muy fácil, desde aquí cuento cuarenta y dos colmenas hacia delante, luego dos hacia la izquierda y allí, en la parte de abajo de los cajones, está mi piquera.

En efecto, se fueron aproximando poco a poco y con cuidado de no tropezar con alguien porque el néctar podía caer.

-¡Aquí es!

El corazón de Polo se aceleró al ver un grupo de custodia en la puerta del panal que verificaba que las cubetas que entraban estuvieran bien llenas. Primero pasó la abejita y luego, tapándose el rostro con el sombrero de flor, logró entrar a la colmena.
¡Caramba!, aquello era extraordinario, once cajas unas sobre otras totalmente llenas de miel. Nunca en su vida había visto una colmena tan grande. El zumbido era ensordecedor. Abejas volando por todas partes, de aquí para allá, de allá para acá, y un poco mas abajo estaba la Abeja Reina con un gran séquito de zánganos cuidando los huevitos de la colmena. Mas allá había una gran cámara que tenía un letrero en la entrada que decía: “Silencio abejitas descansando”. Cuando Polo se asomó, vio una gran cantidad de abejitas en pañales que tomaban biberones de rica jalea.

-Vaya, vaya. ¿Cuántas abejas hay aquí?

-Somos trescientas catorce mil ochocientas treinta y dos hasta este instante.
Dijo la abejita señalando un tablero en una pared que marcaba los nacimientos.

-¡Asombroso! Dijo Polo.

-Ven, quiero mostrarte donde dejar las cubetas.

Subieron hasta el último piso. Allí había una larguísima fila de abejas entregando el néctar a otras que lo iban recogiendo y llenaban con él las celdillas de almacenaje. Mientras tanto, otro grupo iba sellando las celdas con cera para que el néctar madurara y se transformara en rica miel.
Cuando llegó el turno de Polo, se agachó para entregar las cubetas y en ese preciso instante, su sombrero cayó y se oyó un zumbido ronco y espantoso: ¡Intruso! ¡Intruso!. Casi como de rayo, abejas soldado lo rodearon y apuntándole con sus aguijones le dijeron:

-¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿Qué haces aquí?

Antes de que Polo pudiera articular zumbido alguno, se escuchó la alarma general: ¡Incendio! ¡Incendio! ¡Incendio!. Todo el mundo dejó lo que estaba haciendo mientras la Abeja Reina ordenaba a todos:

-¡Salven a los críos, todos fuera del colmenar!

Todos fueron saliendo. Polo no veía nada, ni siquiera sabía donde estaba la puerta, el humo era tan espeso que estaba desorientado. Cayó al piso luego de dar varios golpes contra la pared. De pronto sintió una mano que lo agarraba y lo fue llevando hacia afuera. Luego se lo llevó volando lejos del espeso humo.

-¡Que cosa mas horrible! ¿De dónde salió ese humo?

-De allá, respondió la abejita al tiempo que señalaba.

Había un sujeto con traje de marciano y con una pistola muy extraña que echaba mucho humo y lo apuntaba a la piquera para que se llenara toda de él. A su lado, miles de abejas como borrachas, iban de un lado a otro tropezando y totalmente desorientadas. Luego el marciano se robó la miel de la colmena y se fue hacia una casita que estaba más allá.

-¡Esto es intolerable! Dijo Polo en tono de mucha molestia.
¡No puedes seguir viviendo aquí!.

-¿Pero dónde viviré? No tengo un lugar al cual ir, pues en tu colmena soy extraña y seguro me echarán.

-Pues buscaremos otro lugar, aquí no se puede vivir. ¡Mira como quedamos! Olemos a hollín y nuestras alitas están casi chamuscadas.

-Está bien. Iré a donde tú digas.

Estuvieron volando toda la tarde, pero no consiguieron un lugar adecuado para hacer una colmena y vivir allí. Mientras dormían comenzó a llover muy fuerte. No había donde refugiarse. De pronto las gotas de agua los golpearon de tal manera que cayeron desmayados al suelo.

Mientras tanto, La Pulga Siniestra estaba comenzando sus ejercicios matutinos. Ya se había colocado sus zapatos especiales y comenzó a trotar por el sendero del bosque. Todo estaba bastante húmedo y fresco. A La Pulga Siniestra le gustaba mucho trotar después de llover, pues le fascinaba meterse en los charcos y salpicar por todas partes, cosa que solo podía hacer cuando llovía, pues había muy pocas personas trotando con todo mojado.
Así pues, iba corriendo y salpicando por cada charco del camino. De pronto, cuando iba a meter sus dos pies dentro de aquel gran charco de agua y salpicarlo todo todito, pudo distinguir con su agudísima vista, a dos abejitas que sobre el agua flotaban sin conocimiento.

-¿Qué habrá pasado con estas abejitas? Por aquí cerca no hay apiarios ni colmenas, ¿Estarán vivas?

Con mucha delicadeza las tomó en sus manos y las llevó a su casa, las puso cerca del horno para que entraran en calor y fue a buscar el diccionario que le obsequió el Señor de Las Lenguas Enredadas, pues allí, había un capítulo que trataba sobre el lenguaje de las abejas. Pasado un tiempo, las abejitas se fueron incorporando. La Pulga Siniestra les dio un poquito de agua tibia con azúcar en un dedal, hasta que al fin les dijo:

-Bzzz, Bzzz, Bzzz

Que en lenguaje abejorril significa: todo está bien. No se preocupen, yo cuidaré de ustedes. Y así pasaron la tarde Bzzz, Bzzz, por aquí Bzzz, Bzzz, por allá, hasta que La Pulga Siniestra se enteró de todos los peligros por los que habían pasado las abejitas.
Al cabo de un rato a La Pulga Siniestra se le ocurrió: Bzzz, Bzzz, Bzzz, Bzzz, Bzzz, que traducido significa:

-Allá afuera, en mi jardín, hay un árbol de mango muy frondoso que tiene un hueco en el centro. ¿Qué les parece si van a vivir allí?

Las abejitas consultaron entre ellas hasta que decidieron después de un largo Bzzzzzz, aceptar la propuesta.
Y así es, como todas las mañanas, en el vidrio de la cocina de La Pulga Siniestra, se escucha: Toc, Toc, Toc y las amigables abejitas entregan dos cubetas de dulce miel para el desayuno.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado. Pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.



   












sábado, 6 de agosto de 2011

"EL LIBROTE DE ANITA" Caso 057


Anita era una niña muy buena, cuando sus padres se fueron al País de Los Sueños, ella se fue a vivir con su abuelita. Su abuelita era una Señora encantadora, excelente cocinera, trabajadora y muy amorosa, especialmente con Anita quien a su lado vivía feliz. A veces por esas cosas de la edad, la abuelita tenía que descansar, no era fácil llevar la granja ella sola, bueno, con la ayuda de Anita, sin embargo el trabajo era bastante pesado para una anciana como ella, dar de comer a las gallinas, cultivar las verduras, limpiar la casa, cocinar, lavar la ropa….., bueno, trabajo, trabajo, y mas trabajo.
Cierto día, Anita estaba recogiendo unas naranjas para la que la abuelita hiciera una mermelada de esas que solo ella podía hacer y que tanta fama tenían en la comarca, cuando de pronto la abuelita se desvaneció. Anita escuchó que algo había caído en la cocina de la casita de la abuela y soltó todo, corrió hasta allá y  la abuelita que yacía en el piso:

-¡Abuelita!, ¡Abuelita! ¿Qué te pasa? ¿Qué tienes?

Con voz entrecortada pero con la dulzura con la que siempre hablaba respondió:

-No es nada, solo un mareíto y sin darme cuenta las cosas dieron vueltas en mi cabeza y me caí.

-Yo, voy a buscar al doctor para que te revise.

-No, no hace falta. Con un poco de descanso esto se me pasará y todo volverá a ser normal.

Anita llevó a la abuelita hasta la cama. Allí la abrigó muy bien, le dio una taza de te calentito y la abuelita se quedó dormida.
A pesar de que la abuelita le había dicho a Anita que no buscara al médico, se fue corriendo por el bosque hasta su casa y lo trajo a la casa de la abuelita. Luego de examinarla, el doctor dijo:
-Necesita mucho reposo, sopita de verduras y unas medias gruesas para sus pies. Así estará siempre calentita.

-Gracias doctor. ¿Cuánto le debemos?

-Nada. Bueno, sí. Cuando tengan mermelada de naranja me regalan un tarrito. ¿Te parece bien?

-¡Claro que sí doctor!

El doctor se fue y Anita se sentó en una silla de madera al lado de su abuelita que ya se había quedado dormida. Anita la miraba y miraba. Le acariciaba suavemente el pelo blanco, se acercó y le dio un beso en la frente.

El tiempo pasó casi sin darse cuenta y Anita rápidamente comenzó a hacer la sopa de verduras, pero tenía un problema, la cocina era un poco alta para ella. Se fue a buscar un banquito para subirse en él y cocinar sin problema. Fue al cuarto donde la abuelita tenía guardadas las cosas viejas y allí en el fondo estaba el banquito. Lo agarró y cuando iba con él a la cocina su pié tropezó con algo y cayó de bruces. Estando en el suelo notó que se había tropezado con la esquina de un libro grande que estaba sobresaliendo debajo de una cómoda.

-¿Qué será eso? ¡Que libro mas extraño!

El libro tenía mucho polvo en su cubierta. Ella lo sacó y vio unas hermosas letras labradas sobre él que decía “MAGIA”. Colocó el libro sobre la mesa de la cocina, buscó en banquito y preparó la sopita de la abuelita. Cuando la abuelita se despertó…

-¿Cómo te sientes abuelita?

-Bastante mejor, pero con mucha hambre.

-Ya te traigo la sopita que dijo el doctor pero antes te pondré estas medias. No te las puse antes porque no quería despertarte.

-Bien. Anita, eres una nieta muy buena, no sé que haría sin ti.

Anita abrigó a su abuelita, le dio la sopita, hablaron un rato de cuando la abuelita conoció al abuelo y de la vez que Anita se cayó en el lodo. Y reían y soñaban de las cosas buenas de la vida.
Cuando la abuelita se durmió Anita le tomó la mano y haciéndole también cariño, sin darse cuenta se durmió.
Al poco rato Anita hizo un movimiento y se despertó. Dejó a la abuelita descansando, apagó la luz y se fue a la cocina. Estando allí cogió un trapo y comenzó a limpiar el libro. A medida que le quitaba el polvo se veía la hermosísima cubierta de cuero repujado. Los bordes amarillentos de sus hojas decían lo antiguo que era. Con mucho cuidado lo abrió. En su primera página habían dos escritos: en el primero se leía “Para mi muy mejor amigo La Pulga Siniestra”….firmado: Merlín, y mas abajo estaba el segundo: “Para la Reina de la Mermelada de Naranja” ….firmado: Tu amigo: La pulga Siniestra.
Abrió la segunda página y apareció un haz de luz que iluminó toda la habitación y la palabra “MAGIA”.
Los ojos de Anita se abrieron de asombro.¡Que libro tan maravilloso! Y durante toda la noche lo estuvo leyendo y aprendiendo mucho de él. De pronto: ¡Kikirikiii! ¡Kikirikiiiiiiii!

-¡OH! Ya amaneció. Debo hacer la comida, atender la granja, cuidar a la abuelita. ¡Hoy será un día de mucho trabajo!

Preparó para la abuelita un plato con frutas frescas y una taza de limonada, lo colocó en la mesita que estaba al lado de la cama para que la abuelita comiera cuando se despertara, le dio un beso en la frente y se fue a atender la granja.
Fue al establo a recoger el grano para las gallinas pero ya no quedaba nada en el saco. Miró hacia arriba y allí como a dos metros de altura estaba el otro saco. Buscó la escalera para bajarlo pero cuando subió se dio cuenta que era muy pesado para ella y no podía ni moverlo.
Se sentó a pensar ¿Cómo bajarlo de allí?.... Pasado un buen rato la idea vino como de rayo. En el libro de magia había un sortilegio que hablaba de cómo mover las cosas. Ella recordaba el hechizo y…..

-¡Patatín patatán el saco que miro ya bajará!

Y señalándolo con la mano derecha el saco se elevó, dio una vuelta por el establo y cuando ella señaló el piso éste cayó de zipotazo. ¡PLUMM!

-¡Caramba, casi me cae encima!

Abrió el saco, llenó un cuenco con grano y llamó a las gallinas:

-¡Pico, Pico, Pico!

Las gallinas le saltaron encima como si fueran gavilanes. Sobre sus hombros, manos, cabeza, ¡Por todos lados había gallinas! Soltó el cuenco y salió corriendo. Ella creía que dar comida a las gallinas era sencillo pero se dio cuenta que no lo era.
Luego se fue al huerto a cosechar la verdura y comenzó a recolectar lechuga, zanahoria, tomate, cebolla. Todo lo fue colocando en una cesta pero cuando trató de llevarla a la casa se dio cuenta que era muy pesada y recordó otra vez que en el libro de magia había un hechizo para llevar las cosas y dijo muy seria:

--¡Patatín patatán la cesta que miro a la cocina irá!

Y en efecto, todo salió volando a la cocina. También hizo lo mismo con las naranjas, los huevos y la leña para la cocina. Cuando al fin dejó de mandar cosas a la casa se fue para allá y, cuando entró, encontró a la abuelita aterrada bajo la cobija y todo lo que había mandado estaba volando de un lado a otro de la casa.
Anita no podía creer lo que estaba sucediendo. Agarró un paraguas que estaba cerca de la puerta, entró al cuarto de la abuelita y cubriéndose con él rescató a la abuelita de aquélla terrible situación y la llevó al cuartito que estaba en la parte de atrás del establo.

Aún temblando la abuelita dijo:

-Estaba yo en mi camita cuando de pronto escuché un alboroto en la cocina que me despertó. Cosas iban de allá para acá y de aquí para allá. Luego un tomata me atacó y si no se cubro debajo de la cobija, hubiera explotado en mi cabecita. ¿Qué habrá pasado para que todo se ponga así?

Anita contó a su abuelita todo lo que había sucedido y cómo había aplicado la magia que había leído en el librote.
La abuelita le dijo que había que deshacer el hechizo pero era necesario tener el libro para pronunciarlo correctamente.

-Yo lo voy a buscar abuelita.

-Debes tener mucho cuidado Anita.

Anita se armó de valor, cogió un balde se lo puso en la cabeza y fue a la casa a rescatar el librote de magia.  A medida que se iba acercando a la puerta de la casa se oía todo aquél ruido espantoso de cosas cayéndose, golpes contra las paredes y el techo. Poco a poco abrió la puerta, primero una rendija, luego un poquito mas, hasta que de un solo tirón entró, cerró la puerta, corrió a la cocina, se metió bajo la mesa y ¡Que espanto!, ¡El libro estaba totalmente destrozado!
Como pudo recogió algunos pedazos y salió de allí no sin antes recibir par de tomatazos en la cabeza. ¡Menos mal que estaba protegida por aquella cubeta!.
Llevó los pedazos rescatados a la abuelita y le dijo:

-Abuelita esto es todo lo que quedó del librote de magia.

-A ver, A ver.

Y mientras trataba de armar aquél rompecabezas la abuelita exclamó: ¡estamos salvadas!. La abuelita tenía en sus manos un pedacito de papel que decía: “Patatín patatán, con este conjuro La Pulga Siniestra aparecerá”. La abuelita pronunció aquéllas palabras que habían sido un secreto máximo entre los magos y así, de la nada y envuelto en una nube de chispas incandescentes apareció La Pulga Siniestra.
La Pulga Siniestra al principio se sorprendió, con la agilidad que siempre  caracteriza a su persona dio un salto hacia atrás y asumiendo la posición de un Maestro de Kárate, preguntó:

-¿Quién me invocó?

La abuelita le dijo:

-Fui yo, Pulga Siniestra

De inmediato La Pulga Siniestra reconoció aquella dulce voz y en el acto se le hizo agua la boca al recordar el sabor de la mejor mermelada de naranja de todo el mundo. Se acercó a la abuelita y se dieron un fuerte y amistoso abrazo.

-¿Qué sucede? ¿Volvió la vieja bruja a robar tus mermeladas?

-No, Pulga Siniestra, desde aquél hechizo ya nunca mas ha aparecido por aquí. Mira esta es mi nieta Anita.

La abuelita le contó a La pulga Siniestra todo lo sucedido. La Pulga Siniestra se detuvo un rato a pensar y dijo:

-Es necesario que Anita me acompañe al país de Abracadabra para que consultemos con Merlín el hechizo inverso. Tú te quedas aquí descansando y no te preocupes que todo se va a arreglar.

Anita acomodó a la abuelita en el cuartito del establo y se fue con La Pulga Siniestra a buscar a Merlín. Después de un buen rato caminando Anita vio un letrero que señalaba dos direcciones: Hacia la derecha decía: “Honestidad”  y hacia la izquierda señalaba “Engaño”.  La Pulga Siniestra se detuvo y le preguntó a Anita:

-¿Cual de los dos senderos crees tú que debemos tomar?

Anita casi de inmediato respondió:

-El de la honestidad porque la abuelita me enseñó que el engaño solo trae vergüenza y tristeza al corazón y la honestidad trae verdad y alegría al alma.

Siguieron caminando y volvieron a encontrar otro letrero que señalaba dos senderos y decía: hacia un lado “Humildad” y hacia el otro “Orgullo”. Nuevamente La pulga Siniestra hizo la misma pregunta:

-¿Cual de los dos senderos crees tú que debemos tomar?

Y Anita nuevamente respondió:

-El sendero de la humildad porque la abuelita me enseñó que la humildad engrandece y el orgullo solo destruye.

Siguieron caminando y caminando hasta que nuevamente encontraron otro letrero que señalaba dos senderos que decía: “Odio” el sendero de la derecha y “Amor” el sendero de la Izquierda. Una vez mas La pulga Siniestra preguntó a Anita:

-¿Cual de los dos senderos crees tú que debemos tomar?

La abuelita me enseñó que solo el camino del amor nos conduce a la felicidad la otra palabra en nuestra casa ni siquiera la pronunciamos, porque solo produce destrucción.

Siguieron caminando y había un letrero que decía: Usted está en el camino de la sabiduría.
Anita lo leyó y antes de que pudiera abrir la boca para pronunciar palabra alguna La Pulga Siniestra le señaló a un señor con una barba que casi le llegaba a los pies y le dijo:

-Ese es Merlín

Anita vio a aquel señor de barbas y cabello blanco con una varita con punta de estrella en la mano y dijo:

-¡Buen día señor Merlín!

Una voz de trueno pero de los que no dan miedo estremeció todo el lugar.

-Hola hermosa niña, ya sé porque estás aquí, en mi bola de cristal lo vi todo.
Y tú mi viejo amigo, ¿Cómo estás?

La pulga Siniestra respondió: muy bien viejo amigo.

Bueno, y tomando de la mano Merlín a Anita le dijo:

-¿Te gusta la magia?

-A pesar de todo si, estoy segura, me encanta la magia.

-Porqué?

-Porque ella despierta la ilusión, la sorpresa, la risa y la fantasía en los corazones.

-¡Has aprendido mucho en muy poco tiempo!, ven y párate sobre esa piedra.

Anita se subió a la piedra que le señaló Merlín y éste con la varita en la mano tocó suavemente la cabeza de Anita, y a la vez que decía un conjuro de amor caían sobre ella polvos cósmicos de esencia de sabiduría, y le dijo:

-Toma

Y en un abrir y cerrar de ojos apareció en sus manos el librote de magia perfectamente reconstruído como si nunca hubiese estado roto. Anita estaba sorprendida. Mientras tanto La Pulga Siniestra y Merlín cruzaron una mirada de alegría.

-Gracias por venir a visitarme

Y despidiéndose de todos, Merlín, desapareció.

La Pulga Siniestra y Anita regresaron a casa y consiguieron a la abuelita bastante mejorada y con ganas de hacer mermelada de naranjas. Anita entró a la casa pronunció el conjuro mágico y todo quedó en su sitio y perfectamente arreglado. Esa noche compartieron un pedazo de torta y una sabrosísima mermelada de naranja. Luego La pulga Siniestra se despidió llevándose un frasco de mermelada a su casa. Después Anita llevó el libro al cuarto de las cosas viejas y lo dejó debajo de la cómoda justo donde antes había estado. La abuelita extrañada le preguntó:

-¿Porqué has guardado el librote de magia?

-Abuelita, es que aprendí que las cosas hay que hacerlas con esfuerzo propio, ésa es la verdadera forma de aprender.

La abuelita abrazó con mucha ternura a su nieta, y colorín colorado este cuento se ha terminado, pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.