domingo, 30 de octubre de 2011

"MOLAR UN PERRITO CALAMITOSO" Caso 333


Estaba amaneciendo en la comarca y La Pulga Siniestra se estiraba con algo de frío y mucha flojera en su cama. La noche había sido muy larga y el trasnocho por la solución del caso del mono de cabeza calva lo había dejado extenuado. Pensó todavía medio dormido que se regalaría cinco minutos más de sueño, cuando de pronto sonó el teléfono:

-¿Aló? ¿Quién habla? Respondió La Pulga Siniestra, acompañando sus palabras con un largo bostezo.

Al otro lado del hilo telefónico se escuchó la voz de una persona mayor que decía:

-¿Hablo con La Pulga Siniestra?

Al escuchar la voz de aquel anciano de inmediato la reconoció, era Don Gregorio, un viejito muy simpático y agradable que se la pasaba echándoles bromas a los niños, les regalaba algunas veces caramelos y siempre daba buenos consejos. De inmediato La Pulga Siniestra despabiló y dijo:

-Si, soy yo Don Gregorio, ¿Qué está pasando?

-Mira Pulga, yo se que es temprano, pero durante toda la noche ha estado rondando por mi casa un animal muy extraño y necesito salir a comprar mis galletitas para comerlas remojadas en jugo de teque teque y me da mucho miedo porque ese animal es muy feo y parece que está de muy mal humor.

-¡No salga de su casa!, dígame ¿Cómo es el animal?

-Mientras hablo contigo lo veo por la ventana. Es grande pero no tanto, de repente hay mucho polvo donde el está y de pronto ya no, es color canela casi marrón y tirando a café con leche, casi siempre gruñe pero no tanto, algo le brilla y de pronto veo un colmillo o un ojo, pero lo que mas tiene es pelo y…

La Pulga Siniestra quedó muy confundida con la explicación de Don Gregorio, al principio creyó que podía ser un escolapio de las montañas nevadas, pero ellos son enemigos del polvo. Entonces pensó que pudiera ser un  gritón de cuatro patas que son tan comunes en esta época, pero ellos no tienen colmillos, o pudiera ser un peluchín silvestre, sin embargo ellos no gruñen.

-Oiga Don Gregorio, no salga de la casa, voy de inmediato para allá.

-Gracias, ven rapidito porque el corazón me suena como tambor de media noche.

-Tranquilo, voy para su casa.

La Pulga Siniestra se vistió como de rayo, cogió su chaleco de sobrevivencia para casos extremos y los guantes contra ataques perversos y salió a casa de Don Gregorio.

Acababa de colgar el teléfono Don Gregorio, cuando sonó la puerta: Toc, Toc, Toc.

-¿Quién es?

-Soy yo, La Pulga Siniestra

-¡Caramba verdaderamente llegaste muy rápido! Dijo Don Gregorio abriendo la puerta a su amigo.

A veces y solo cuando las llamadas de auxilio eran verdaderamente importantes y las hacía un viejito que se llamara Gregorio, La Pulga Siniestra aplicaba velocidad extrema, técnica aprendida con los Lamas en el Tibet para escapar de las avalanchas de verano frío.
-¿Dónde está la bestia?

-Mírala, dijo Don Gregorio señalando por la ventana hacia el patio trasero.

-¡Huy!   ¿Qué cosa es eso? Exclamó La Pulga Siniestra.

Nunca en su vida había visto semejante bola de pelos, polvo, color canela, era como Don Gregorio había dicho y ¡Hasta gruñía!
Sigilosamente salió de la casa y utilizando la técnica danzante de los maestros ninja para no ser oído, se acercó poco a poco, poco a poco… hasta que utilizando el truco de la velocidad de la luz, se colocó los guantes contra ataques perversos y brincó sobre aquel extraño animal. Don Gregorio observaba desde la ventana como se levantaba la nube de polvo y se escuchaban feroces gruñidos. Don Gregorio pensó que había hecho mal llamando a La Pulga Siniestra y de repente, tan rápido como comenzó, todo acabó. El polvo se fue asentando y a medida que esto ocurría fue apareciendo la imagen de La Pulga Siniestra con una cadena que sostenía la bola de pelos.

-¡Lo atrapaste!

-Si Don Gregorio,  Voy a ver que hago con él. Ya puede ir a comprar sus galletas para comerlas con teque teque.

-¡Gracias amigo!

-Adiós Don Gregorio.

La Pulga Siniestra se fue luchando con ese animal por todo el camino hasta su casa. La gente de la comarca cuando lo veían se apartaba llenas de temor. Nadie había visto nunca un animal tan raro.
Cuando llegó a su casa lo llevó al patio trasero, metió al animal en una jaula de acero, se quitó sus guantes especiales y fue a buscar una manguera. A los pocos minutos, aquella enorme bola de pelos que gruñía se había convertido en una enorme bola de pelos que no gruñía. Con mucho cuidado lo fue observando y de pronto La Pulga Siniestra exclamó:

-¡Mira lo que es! ¡Pobre animalito!

Rápidamente se fue a la cocina y abrió una lata de carne expansiva, esa de la más ordinaria, de la que se le coloca una gota de agua y triplica su tamaño y se la dio para que comiera un poco. La carne expansiva desapareció rápidamente entre los colmillos del animalito. Al poco rato se quedó dormido.
Mientras el animalito dormía, La Pulga Siniestra buscó unas tijeras y un peine para desenredar nudos gordianos y con mucho sigilo, le cortó el pelo a aquel animalito. Poco a poco entre los pelos fue apareciendo un hermoso perrito color champaña casi marrón. La Pulga siniestra retiró de la jaula todos los pelos y lo dejó dormir todo lo que quisiera. Puso cerca de él agua y más carne expansiva y como ya era de noche se fue a dormir.
Al día siguiente La Pulga Siniestra se levantó muy temprano y fue a su biblioteca de sentido animal a repasar un poco el lenguaje perruno en su dialecto más silvestre.
De pronto escuchó un ladrido que traducido del lenguaje perruno significa:

-¿Qué estoy haciendo aquí?

De inmediato La Pulga Siniestra se acercó a la jaula y le dijo en lenguaje perruno:

-Estás en mi casa.

-¡Aja! ¡Con que eres tú! ¿No te bastaron todas las mordidas que te di?

-Sabes amigo, ninguna de ellas me hizo ningún daño, traía puestos mis guantes especiales contra ataques perversos y gracias a ellos te pude encadenar y traerte aquí.

-¿Qué me hiciste? Me siento mucho mas liviano pero con la panza llena.
-Te quité toda esa maraña de pelos que tenías encima.

El perro salió corriendo a mirar su imagen en el reflejo del plato de agua y exclamó:

-¡Por fin! Tanto pelo no me dejaba oír, hablar, ver y comer bien. Gracias. Después de todo parece que tú no eres como los demás.

-¿Cuáles?

-Los que me zumbaban piedras, me asustaban con sus gritos y a veces hasta de solo mirarme salían corriendo.

-Lo que pasaba era que con tanto pelo tus ladridos se convertían en gruñidos.

-¿Porqué estoy en esta jaula?

-Porque cuando te puse allí no sabía que clase de animal eras y desconocía si morderías a alguien.

-Yo te mordía porque no sabía lo que me ibas a hacer.

-Bien, a mi no me gusta nada eso de tener a alguien encerrado, ya te abro la puerta.

La Pulga Siniestra en base a su basta experiencia en el campo de la psicología animal, sabía que este perrito había sufrido mucho solamente por tener el pelo largo, lo que necesitaba era tan solo un poco de afecto. Abrió la jaula…

-Gracias, me siento muy bien.

-¿Por qué estabas en la casa de Don Gregorio?

-¿Quién es Don Gregorio?
-El anciano que es dueño de la casa donde te encontré.

-Bueno, un día yo estaba escondiéndome de unos niños que me estaban persiguiendo por el bosque y vi que por el camino venía un señor con un bastón en su mano, yo me escondí creyendo que me estaba persiguiendo y me iba apegar. De repente se agachó muy cerca de mí y recogió del suelo un huevito que había caído de un nido de un árbol que estaba allí y lo colocó adentro. La palomota se acercó al hombro del anciano y le hizo cariño en la oreja. El anciano a tomó con cuidado y la colocó sobre su huevito. Al ver yo esto lo seguí hasta su casa. Como ya estaba oscureciendo decidí dormir en el patio, detrás de unos leños que están allí. Cuando amaneció yo comencé a ladrar al verlo que estaba por salir a ver si a mi también me ayudaba como lo hizo con el huevito y la palomita, creo que él entendió mal mis ladridos. Luego apareciste tú con unos guantes rojos a tratar de agarrarme, yo creí que me ibas a pegar y por eso decidí luchar, pero tú me venciste y ahora estoy aquí, bien comido, bebido y sin ese poco de pelo que tanto problema me trajo.

-¿Viviste con alguien antes?

-Si, era una niña muy buena, siempre jugaba con ella pero un día fuimos de paseo y no se dieron cuenta sus papás de que ella lloraba por mí y así sin más se llevaron a mi niña y me dejaron en el bosque.

-¿Quieres dar un paseo?

-¿No me van a corretear, asustar, gritar…?

-No, ven conmigo.

Los dos salieron de la casa y caminaron tranquilamente por la comarca, la gente que saludaba a La Pulga Siniestra le decía:

-¡Que perrito más simpático!
Siguieron caminando hasta que llegaron a la casa de Don Gregorio.

-¡Oye! ¡Aquí vive el anciano!

-Si, ¡Hola Don Gregorio!

-Hola Pulga Siniestra ¿Pudiste deshacerte de la bestia que estaba en mi patio ayer?

-Bueno, de parte de ella, solo le quité los pelos.

-Y ¿Cómo hiciste para que no te mordiera? ¡Era muy feroz!

-Bueno, un poco de paciencia y todo al final salió muy bien. Don Gregorio quisiera hacerle una pregunta.

-Dime Pulga Siniestra

-¿Le gustaría tener una compañía como esta que traigo hoy yo aquí?

-La verdad es que a veces me siento muy solo. Mi nieta viene solo dos veces al año y la compañía es necesaria. Desde que te vi llegar miré ese hermoso animalito que viene contigo y la verdad que iba a preguntarte donde lo encontraste para buscar yo uno.

La Pulga Siniestra le contó a Don Gregorio todo lo que le había pasado al perrito. Don Gregorio dejó caer una lágrima por su mejilla y lleno de ternura abrazó al perrito.

-¡Lo quiero!

La Pulga Siniestra habló en lenguaje perruno con el perrito y le preguntó su nombre.

-Don Gregorio, dice que se llama Molar porque cuando era pequeño todo lo que tocaba lo dejaba molido.

Desde aquel día a Don Gregorio se le veía muy feliz acompañado de su bastón y de su fiel amigo Molar.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado, pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.

domingo, 23 de octubre de 2011

"LUIS Y LA TORMENTA" Caso 451



Era un hermoso día. El sol comenzaba lentamente a levantarse sobre el horizonte mañanero y sus rayos brillaban como perlas en las gotas de rocío que colgaban inseguras de las hojas de los árboles. Un gallo con su quiquiriquí anunciaba el nuevo día mientras una bandada de aves multicolores cruzaba el cielo con gran alboroto, mas allá. unos loros con su bulla característica jugueteaban con un pedazo de naranja. Jobo, el perro cazador ya corría detrás de las ardillas tratando infructuosamente de atraparlas. Un colibrí saltaba de flor en flor chupando néctar en una lucha veloz con un grupo de abejas que hacían lo mismo. En la casa, Luís se estiraba con algo de frío y flojera. Haciendo un gran esfuerzo se sentó en la cama y aún con los ojos cerrados tanteó el piso con los pies buscando sus sandalias. Al fin logró ponérselas y levantándose como si fuera un zombi, fue al baño a asearse.
La casa de Luís era muy pequeña, apenas una habitación, una cocina y un baño, ah, pero eso sí, muy limpia y ordenadita. Su techo de tejas rojas se veía desde la colina que la separaba de la comarca. Ya despabilado, se preguntó:

-¿Qué desayunaré hoy?

Decidió prepararse un par de huevitos de la abuela Ellen y se dirigió al gallinero. Allí echó unos puños de maíz a las gallinas y mientras ellas comían distraídas, recogió unos cuantos huevos y los llevó a la casa.
Su perro Jobo entró a la casa con él, como siempre, golpeando todo con su rabo.

-¡Jobo!, ¡tranquilo!, ya te doy tu comida.

El perro impaciente le colocaba las patas en la espalda, mientras Luís haciendo malabares con un poco de alimento para perro, colocaba un poco en la taza de Jobo.

-Aquí tienes.

Jobo de abalanzó sobre la taza desapareciendo su contenido en pocos segundos y dando dos ladridos, salió de la casa a seguir corriendo y jugando, esta vez detrás del gallo.
Por fin desayunó y luego de poner la casa en orden, salió a ver como estaba todo.

-¡Que día tan bonito!

El sol se levantaba ya en su esplendor sobre un cielo azul y despejado. Tomó un hacha y comenzó a cortar la madera para leña del fogón. De pronto escuchó una voz a lo lejos:

-¡Buenos días Luís!

Era su amiga Griselda que pasaba por el camino rumbo a la comarca a comprar el remedio para la abuela Tomasa.

-¿Cómo sigue tu abuela?

-¡Va mejorando del catarro! Y tú ¿Cómo estás?

-Muy bien. ¡Saludos a Don Julián!

-Al llegar a la farmacia se los daré.

-Cuando regreses pasa por aquí para darte unos huevos para la abuela.
-Bien.

Griselda era una amiga desde los tiempos de la escuela. Ella se había hecho cargo de su abuela desde que su abuelo y sus padres partieron a la tierra de nunca jamás, e igual que Luís, tenía una pequeña granja dedicada al cultivo de naranjas cerca de la comarca.
Luís siguió haciendo su trabajo de cortar y acomodar la leña para el fogón. Casi sin darse cuenta habían pasado dos horas cortando madera, de pronto sintió una brisa fría que le pegaba por la espalda, levantó la cabeza y vio como en el cielo comenzaban a juntarse unas pocas nubes. Oteó el horizonte a ver si por el camino veía a Griselda, pero nada, no se veía a nadie.
Tomó un poco de agua del pozo y la fue llevando a los bebederos de las gallinas. Cuando terminó, un sonido llamó su atención: ¡RRRUUUMMMMBBL! Salió del gallinero y vio que el cielo se estaba oscureciendo y las nubes se iban agrupando más y más.
Miró nuevamente hacia el horizonte a ver si su amiga Griselda aparecía por el camino, pero nada todavía, no se veía a nadie.
De pronto comenzó a caer un poco de lluvia suave, bandadas de pájaros volaban presurosos a sus nidos buscando refugio, las abejas, las mariposas, las hormigas ya no estaban, incluso Jobo se había metido en la casa y desde allí le ladraba a Luís como diciéndole: Guau Guau.

-¡La lluvia está comenzando y no se ve a Griselda por ningún lado! Voy a llamar a la farmacia a ver si Griselda ya está en camino. ¡Aló! Don Julián, la habla Luís.

-Hola Luís, ¿Cómo estás?

-Bien Don Julián.

-Sabe, estoy un poco preocupado por Griselda, esta mañana pasó por aquí y me dijo que tenía que pasar por la  farmacia a comprar una medicina para la gripe de su abuela y hace ya bastante tiempo de eso y no ha regresado.

-Si, ella estuvo por aquí. Lo que pasa es que el jarabe se me había terminado y tuve que preparar un poco y eso me llevó algo de tiempo. Pero ella ya se fue y…

En ese momento cayó un rayo justo sobre el poste de las líneas telefónicas y se cortó la comunicación.

-¿Aló? ¿Aló? Se cortó la corriente.

Mientras tanto, afuera el cielo se había oscurecido y todo presagiaba que caería un diluvio, así como hace tres años, cuando el río creció tanto que casi llega hasta la casa de Luís. Ya Luís no aguantó mas y colocándose un impermeable y llevando otro de repuesto para Griselda salió de la casa para ir en su búsqueda. Antes de abrir la puerta cogió un paraguas. Al salir de la casa ya las gotas de agua eran más gruesas y sonaban pesadas al caer al suelo. Se dirigió al camino tratando de ver entre la brisa que con fuerza se levantaba y la lluvia que comenzaba a arreciar, pero nada, Griselda no se veía por ninguna parte.

-¡Griselda!, ¡Griselda!, ¡Griselda! –Gritaba el nombre de su amiga- ¡Griselda!

La lluvia era cada vez más fuerte, abrió el paraguas y el viento se lo arrancó de las manos en menos de un segundo.
De pronto y casi perdido entre el aullido del viento escuchó una voz débil pero muy familiar:

-Luís, estoy aquí

-¿Dónde?, no te veo.

-¡Aquí en el tronco hueco!

Luís recordó de inmediato el viejo tronco hueco en el que cuando era niños jugaba con Griselda y llegando hasta allá le dijo:

-¡Me tenías preocupado! Ven, ponte este impermeable.

-Es que Don Julián tuvo que preparar la fórmula y se me hizo tarde

-Si, lo sé, hablé con él antes de que se cortara la comunicación. El me dijo que ya estabas en camino y por eso vine a buscarte.

-Estoy muy preocupada por mi abuelita. Ella no sabe que estoy bien.

-Bueno, vayamos por los momentos a mi casa y luego veremos que hacer para llegar a la tuya.

Así los dos amigos, abrazados y apoyados el uno en el otro para protegerse de la fuerte brisa y el tremendo chaparrón que estaba cayendo, llegaron a la casa, emparamados de pié a cabeza a pesar de tener los impermeables puestos.

-Uff, ¡Por fin llegamos!

-Voy a preparar algo caliente

Luís preparó un té bien caliente y allí, cogiendo calorcito junto al fogón, estuvieron esperando a que la lluvia fuera pasando.

-Parece que no quiere escampar.

-Si, creo que está arreciando más.

Luís estaba preocupado, pues el río estaba crecido y aquel arroyo de aguas serenas y cristalinas se había convertido en un torrente de agua enfurecida que ya había inundado parte del camino.

-Creo que si sigue lloviendo así pronto nos llegará el agua hasta aquí

-Ojalá que no, dijo Griselda.

El tiempo pasaba y seguía lloviendo a cántaros y el agua ya se acercaba al gallinero. Luís ya estaba pensando en salir para salvar a los animalitos. De pronto Griselda le dijo:

-Me parece que está bajando la intensidad de la lluvia.

-¿Tu crees?

-Si, mira allá en el cielo, se está haciendo un claro.

-Si, es verdad.

Habían pasado cuatro horas desde que llegaron a la casa de Luís y con el calorcito del fogón la ropa casi ya estaba seca. Griselda aún preocupada por su abuelita le dijo a Luís:

-¡Vamos a mi casa a ver como está mi abuela!

-Bien, vamos.

El agua estaba ya comenzando a retroceder y el camino hacia la casa de la abuelita estaba despejándose igual que el cielo. El sol comenzaba nuevamente a asomarse y los pájaros buscaban sus rayos para calentarse un poco después de la tormenta.
Griselda apuraba el paso para llegar rápido a su casa. Cuando estaba cerca escuchaba unas risas dentro de la casa. Ambos corrieron hacia allá, Griselda abrió la puerta y vio a su abuela desternillada de risa con un mazo de cartas en la mano diciéndole a La Pulga Siniestra: ¡Te gané!

-Abuelita, estaba muy preocupada por ti

-¿Por qué?

-Por que estabas sola, y yo salí, y llovió ... y …

-La Pulga Siniestra estaba haciendo una investigación por aquí, acerca de las mudanzas de hormigas en tiempos de sequía, cuando comenzó a llover. Yo estaba muy preocupada por tu tardanza, pero me dijo que ayer compró la última dosis de jarabe para la gripe y que seguramente Don Julián tendría que preparar mas y eso tardaría un poco, y así fue.

La Pulga Siniestra los miró de arriba abajo y les dijo:

-La abuela Tomasa es muy buena jugando cartas.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado, pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.

domingo, 16 de octubre de 2011

"TIKA EL PINGÜINO ACALORADO" Caso 623


En las gélidas aguas de La Antártica vivía feliz una familia de pingüinos, ella formaba parte de una numerosa colonia muy bien organizada en la que todos convivían armoniosamente. Las madres primerizas junto a los padres protectores, llevaban los huevos entre sus patas, cuidando que no tocaran el hielo, pues a su contacto con el suelo se producirían el congelamiento inmediato de las futuras crías, así, los pingüinos machos siempre pendientes de atender a sus parejas en los quehaceres del calentamiento y sustituyéndose unos a otros a fin de permitir que su pareja descansara y tuviera tiempo para comer las sabrosas sardinas que circundan el arrecife de hielo. El jefe de la colonia, siempre atento en coordinar con el equipo de cuidadores, que las filas hacia el mar se mantuvieran lo mas derechas posible. Los vigilantes, oteando siempre el horizonte en su blancura, pendientes de cualquier presencia peligrosa de un león marino o de aquel oso blanco que en otras oportunidades ha tratado de convertirlos en parte de su menú.
Hoy Tika iría junto con sus padres al resbaladero en su primera clase de: sumergir, retener el aire, patalear y salir. Era un día espléndido, el sol se reflejaba diagonalmente haciendo que el hielo brillara como un diamante; el mar, mostraba un azul intenso que resaltaba del blanco espumoso de las olas  y del hielo que lo cercaba. El lugar parecía una inmensa isla de agua rodeada de hielo por todas partes y el clima resultaba verdaderamente fabuloso, unos quince grados bajo cero, garantizaban las condiciones espaciales y perfectas para ejecutar la tan esperada iniciación.

-Bien Tika, ya llegamos.

-Si papá.

-Ya sabes, recuerda lo que te enseñé. Primero te pones de panza, luego empujas para rodar, después tomas aire, te zambulles, pataleas y sales a la superficie. ¿Entendiste?

-Si papá.

-¡Ten mucho cuidado Tika!

-Si mami, no te preocupes, papá me enseñó todo.

Tika estaba en la punta del bloque de hielo. Con mucha seriedad se puso de panza, de reojo miró a su papá quien le guiñó un ojo en señal de aprobación; sonrió confiado, se impulsó con sus patitas y sus pequeñas alas y comenzó a rodar por aquel tobogán de hielo. En fracciones de segundo la velocidad aumentó de cero, a no sé cuánto; Tika se asustó, se le olvidó tomar aire, al ver el mar que se acercaba tan rápido trató de desviarse, no lo logró y… ¡chupulún!, entró con violencia al agua, con el pico abierto, las alas fuera de posición y lo que es peor con los ojos cerrados. Desconcertado y sin saber que había pasado se le olvidó que tenía que patalear y comenzó a tragar tanta agua que si no fuera por su papá que lo sacó a tiempo, se traga toda el agua del mar.
Ya a salvo en la orilla del hielo y protegido en el regazo de su madre…

-Lo siento –una lágrima rodó por su mejilla- no pude hacerlo, tengo miedo.

Su padre aún pálido por el susto le dijo:

-Tranquilo, lo harás en otro momento. Ven vamos a casa.

Tika se marchó cabizbajo junto a sus padres. De vez en cuando volteaba y miraba como otros pingüinos tan jóvenes como él se lanzaban por la resbaladera de hielo, nadaban y se divertían.
Aquella noche cuando sus padres se durmieron, se apartó un poco de ellos y sobre una loma de hielo se puso a contemplar las estrellas y el contraste que se hacía con la variada gama de colores de la aurora boreal. Todo aquello era muy hermoso. Hubiera sido un día inolvidable si no fuera por su fracaso en la iniciación.
Aquella noche no pudo dormir. De pronto sintió detrás la presencia de alguien…

-Hola, ¿No puedes dormir?

-No papá.

-¿Te sientes un fracasado?

-Si.

-Pues no lo eres –se oyó otra voz- mañana lo intentarás de nuevo. Así pasó con tu abuelo. La primera vez fue un desastre y a base de constancia y entrenamiento se convirtió en el mejor nadador de toda La Antártica, incluso en una ocasión escapó de las fauces de un gigantesco león marino.

-¿Si mami?

-Si, pregúntale a tu padre y verás.

Volviendo la mirada a su papá, este asintió con la cabeza y pasándole un ala sobre su hombro le dijo:

-Ven, vayamos adormir que mañana será un día mejor.

A la mañana siguiente Tika estaba de mejor ánimo. Lleno de renovadas energías subió al pico de hielo y siguiendo las órdenes de su papá, se colocó de panza y cuando se iba a impulsar para comenzar a rodar por la resbaladera de hielo, escuchó un inolvidable ¡GRRRR!, volteó y miró un gigantesco oso blanco que de pié trataba de desmembrar a su padre de un solo zarpazo.
El padre esquivó el golpe y abrazó a la mamá protegiéndola del feroz ataque. Cuando el oso se dio cuenta de que Tika estaba solo trató de ir por él para comérselo, pero una vez mas, su papá hizo una jugada estratégica y dando un salto hacia atrás llegó hasta su hijo y con un puntapié lo impulsó con tanta fuerza que Tika se fue rodando de barriga directo al mar.
Cuando Tika salió a la superficie solo escuchaba a sus padres diciendo:

-¡Nada Tika!, ¡Nada!

Tika miraba desde el mar todo el revuelo que estaba causando el oso blanco. Todos los pingüinos corrían asustados en forma desordenada. El jefe trató de enfrentarse al oso blanco pero no tuvo suerte y recibió un manotazo que lo elevó por los aires.

-¡Nada Tika!, ¡Nada Tika!

De pronto la presencia de un furioso león marino le hizo concentrarse en nadar rápidamente. El terror era tan grande que en vez de paralizarse, sacó fuerzas de su interior y nadó tan rápido como jamás nadie lo había hecho.
Tika estuvo nadando por varias horas hasta que al fin llegó a un pedazo de hielo que flotaba muy lejos de la orilla y allí se tendió sobre él, exhausto. Ya era bastante tarde cuando despertó y lo hizo con un apetito voraz. Una corriente marina lo había arrastrado por un extraño lugar  que desembocaba al océano. Con mucho cuidado se acercó a la orilla del bloque de hielo y allá abajo, en el fondo, se podían ver unas sardinas muy apetitosas. Miró hacia un lado y hacia el otro y al ver que solo había agua entre él y las sardinas se lanzó al mar. Nadó hasta lo profundo y allí las atrapó. Comió hasta quedar lleno y se quedó nuevamente dormido.
Al día siguiente algo extraño y que nunca había sentido comenzó a captar. Su cuerpo ya no estaba tan frío como siempre, algo pasaba, el bloque de hielo ya no era tan grande y por primera vez en su vida sudaba y tenía calor.

Mientras tanto…
Un barco experimental “El Investigador Imprevisto” surca los mares del Sur, presto a incorporarse al casquete polar de La Antártida cuando de pronto se escucha una voz de un marinero vigía:

-¡Iceberg a la vista!

De inmediato todos observan el bloque de hielo. Una persona a bordo del rompehielos dice:

-¡Hay algo en la superficie del hielo!

De pronto aquella observación despierta la curiosidad de La Pulga Siniestra que justamente había venido a La Antártida a realizar una investigación sobre las costumbres de los pingüinos de chaqueta de frac y los pingüinos panzones. Buscó en su chaqueta térmica especial para enfriamientos gélidos y sacó un captador de imágenes distantes y exclamó:

-¡Paren las máquinas, pingüino en apuros!

El barco se detuvo, La Pulga Siniestra bajó hasta el bloque de hielo y hablando en el lenguaje olvidado de Pingüino SpeaK, le dijo al pingüino:

-Tranquilo. Vamos a ayudarte.

Con mucha delicadeza y en una camilla especial para trasladar pingüinos con ataquis calurosibus lo llevó hasta el barco. Tika no podía hablar. De pronto un marinero dijo:

-¿Le damos algo calentito?

La Pulga Siniestra, conocedora de los síntomas de Delirium Caloricus de inmediato exclamó:
-No, llevémoslo al congelador y Ud. Señor Neptuno traiga un ventilador, que este amiguito se nos muere de calor.

-¿De calor? ¡Pero si está un grado bajo cero!

-Para un pingüino eso en muy caliente y puede morir.

Allí en el congelador Tika se fue recuperando y luego de comer tres kilos de sardinas muy frías le contó a  La Pulga Siniestra todo lo ocurrido.

-Bien amiguito, dime hacia dónde es tu casa y te llevaremos hasta allá.

Tika mostró el camino hasta la colonia de pingüinos. Cuando llegó, vio al jefe con muletas y recuperándose de las heridas causadas por el oso blanco. Salió corriendo hacia su casa y consiguió a sus padres que al verlo borraron de su rostro toda tristeza.

-Esta es La Pulga Siniestra. Me rescató de un bloque de hielo que se estaba derritiendo y me trajo hasta aquí.

-Gracias por ayudar a Tika.

La pulga Siniestra permaneció un buen tiempo en aquel lugar realizando estudios acerca de los pingüinos y antes de irse les regaló un parlante para asustar osos, que cuando se encendía sonaba un cañonazo y para asustar leones marinos sonaba el chillido de una ballena cantando en la regadera.
Por otro lado Tika aprendió a nadar muy bien, pero su fama no fue por eso, sino por haberle enseñado a La Pulga Siniestra a zumbarse de panza por la resbaladera.

Y colorín colorado este cuento se ha terminado, pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.


    

domingo, 9 de octubre de 2011

"EL NIÑO QUE QUERIA VOLAR" Caso 179


Hace mucho tiempo en una lejana tierra de oriente, había un niño que quería volar. Sus padres eran tan bajitos como él, de hecho, ambos eran los más pequeños de aquella región y por esa causa la gente se burlaba mucho de ellos y les tenían el apodo de “cortitos”. Eso molestaba mucho a Chiquito, que era el apodo del niño, sobretodo en la escuela cuando sus compañeritos le decían: “Chiquito y cortito”. En una oportunidad en que no lo dejaron jugar al juego del arrastradito por ser muy pequeño, se enfureció de tal manera que estuvo a punto de pelear con un compañero. Al enterarse su mamá de lo que había sucedido habló con él y le dijo:

-Nosotros, somos pequeños de tamaño y eso no lo cambiará nadie. Debemos resignarnos y aceptar lo que somos y como somos.

-¡Pero mamá, el juego del arrastradito es especial para gente pequeña! Ellos solo querían provocarme.

-Hijito, en la vida siempre encontraremos tropiezos y nos corresponde a cada uno aplicar todo el amor posible para soportar las cosas que no nos gustan.

-¡Pero mamá!

-Now Now, tranquilízate y sé bueno.

-Esta bien mamá. Pero desde hoy hago la promesa que desde ahora en adelante haré algo tan grande que la gente se sentirá muy orgullosa de nosotros y dejarán de molestarnos por nuestro tamaño y llamarnos “cortitos”.  

Desde aquel día Now Now comenzó a ser distinto a los demás niños de la escuela. Mientras ellos jugaban él investigaba en la biblioteca sobre los record mas importantes en la historia del oriente. Buscando y rebuscando, consiguió un libro muy grande que en su portada decía: “Record  Destrozados” y abajo en letras pequeñitas decía: “Datos recabados por La Pulga Siniestra”. Aquel libro era lo que tanto había estado buscando. En una de sus páginas aparecía: “Ricardo Machuca, record aplastando pulgones”, “Cartero Veloz, record pegando estampillas con saliva de loro poncho”, “El Zurdo Aquiles, record escribiendo con la mano derecha”, “Lupe la Tuerta, record de visión periférica”, “Lulú la Gordita, record de faquirismo”, “Pepe el Mojado, record de sudar la gota gorda”, “Cheché el sediento, record en escupir mas lejos”, “Alvarez el Boxeador, record en recibir mas nocaut” y así fue leyendo record tras recod hasta la última página.
Aquella noche cuando estaba en su cama pensaba sobre todo lo que aquellas personas habían hecho y los había impulsado a la fama y el respeto de todos. Y tratando de descubrir que record podría romper se quedó dormido. En el transcurso de la noche comenzó a soñar, así como soñamos todos. Primero nos dormimos sin saber cuándo, luego empezamos a ver cosas diversas hasta que al fin somos parte de ese sueño…
Now Now se encontraba en una isla desierta, allí había muchas matas de coco, una cabaña de hojas de palma, una balsa rota, y un mar hermoso y azul en el horizonte pero cristalino en la orilla, tanto que las sardinas de diferentes colores se podían ver a simple vista. Una estrella de mar nadaba seguida de cinco estrellitas más que debían ser sus hijas. También había una fogata encendida y sobre ella una vara con un pez cocinándose a la brasa. El sol estaba arriba y el paisaje en su conjunto era espectacular. Mientras el pescado se cocinaba el muchacho comenzó a juguetear con las olas que llegaban suavemente a la orilla, de pronto…

-¡Una botella con un corcho y una nota dentro!

Con mucha ansiedad la abrió ya que tenía tres años como náufrago en la isla y no había tenido noticias de nadie.

-“A quien pueda interesar: AUXILIO” –Levantando su mirada y hurgando el horizonte pensó en voz alta- ¿Quién habrá mandado este mensaje?- No tiene fecha- ¿Estará cerca la persona que lo envió?

Sacó es pescado del fuego y subió a comérselo en la cima de la colina mas alta de la isla desde donde poder ver todo el mar, quizás alguien esté cerca. Así pasaron dos días y una mañana en la que se disponía a pescar vio en la arena un pedazo de mástil, una caja, un trozo de lona y una hoja de papel que decía: “El Tijeretazo, cortes de pelo modernos”. Con mucho cuidado recogió todo aquello y lo revisó muy bien a ver si podía identificar su procedencia. Pero no había caso. Las pistas eran muy pocas.
El tiempo fue pasando entre pesca, baños de sol y playa, cocinar, hasta que un día…

-¡Debo salir de aquí! La balsa no la he podido reparar porque no tengo herramienta pero –Mirando el mástil roto y en forma de cruz, la lona y la cuerda- ¡Tengo una idea!

Con paciencia ideó un plan. Primero tomó una varita y sobre la arena dibujó la forma de un papagayo y dijo:

-Tengo la madera, la lona, la cuerda, la idea. ¡Tendré un gran papagayo. Me amarraré a él y subiré a la colina, me lanzaré y el viento hará lo demás.

Con mucha paciencia subió todas las cosas hasta la colina, las unió y formó su papagayo. Era grande, casi de cuatro metros de altura. Con mucho cuidado lo colocó en posición le colocó unas asas para manos y pies y sujetándose a él esperó la brisa. En la tarde una suave brisa comenzó a mover un poco la estructura, luego la brisa fue aumentando, tomó impulso y dio un salto al vacío. Al comienzo parecía que se estrellaría en la orilla, pero una fuerte ráfaga de viento lo elevó repentinamente tan alto que la isla se veía como un pequeño grano de arena en el inmenso mar. Así pasaron varias horas. Now Now se agarraba fuertemente a las asas del papagayo, ya estaba amaneciendo cuando desde las alturas se podía observar tierra firme.

-¡Al fin! ¡Creo que me he salvado!

A media mañana y muy cansado el papagayo se enredó de un árbol y Now Now cansado y agotado, bajó de él y se quedó dormido.
Luego de descansar no se sabe cuánto tiempo comenzó a buscar civilización. Al rato de estar caminando consiguió un pequeño camino y anduvo por él hasta que llegó a un pueblito que parecía de juguete pues, las casas, le llegaban a la altura de la cintura. De pronto escuchó una voz que le decía:

-¡Eh! Y tú ¿De dónde has salido?

Miró a todos lados pero no veía a nadie y de nuevo…

-¡Eh! ¿Quién eres?

De inmediato miró hacia abajo y miró a un señor muy bajito, no más alto que su rodilla y quedó asombrado. Nunca había visto una persona más bajita que él.

-Soy Now Now y vengo de una isla al sur de la cual salí en papagayo por ser náufrago en ella por varios años. Accidentalmente el viento me trajo hasta aquí y ahora después te tantos años por primera vez hablo con un ser humano.

-Grandulón, nuestras leyes me obligan a darte albergue, ¿Tienes hambre?

-La verdad es que sí.

El pequeño hombrecillo se volteó y dio un gran grito: ¡No hay peligro! ¡Vamos a darle de comer! Poco a poco la gente fue saliendo de las casas y asombradas contemplaban a aquel sujeto tan enorme.

-¿Por qué eres tan grande?

Now Now miró sus brazos y piernas, vio también a los hombrecitos, se comparó. Nadie le había dicho nunca lo grande que era.

-No sé, yo creía que era el mas pequeño de mi pueblo.

-Tienes que tener cuidado cuando camines, pues si pisas a alguien algo muy malo le pasará.

-Sí, tienes razón, creo que me iré a la plaza que veo desde aquí, es un espacio abierto y así no habrán accidentes.

Now Now se sentó en el suelo de la plaza y aquellos generosos hombrecitos le trajeron la comida. Era tanta el hambre que sin darse cuenta se comió la comida de toda la gente de aquel pueblito.

-Ya no tenemos más comida que darte, ya no nos queda ni carne ni grano, ahora tan solo podremos darte agua.

Now Now sintió vergüenza, nunca en su vida había pasado por situación semejante.

-Vuelvo en un momento.

Now Now salió al bosque y trajo muchos animales para los hombrecitos, también recolectó frutas y verduras y todo lo llevó a la plaza.

-Aquí tienen amigos, esto les compensará en algo lo que han hecho por mí. ¿Ya es tarde, hay un lugar dónde pueda dormir?

-Esta plaza es el único lugar grande y despejado donde puedes quedarte.

-Bien, procuraré no molestar mucho.

Al día siguiente Now Now se despertó y se dio cuenta que la casa que servía de iglesia se había caído. En el transcurso de la noche sin darse cuenta puso su cabeza sobre la casita y la tumbó. La gente también estaba muy molesta porque durante la noche también roncó y esos ronquidos no los dejaron dormir durante toda la noche.

-¡Debemos realizar un consejo popular! Dijo uno de los hombrecillos a los demás.

En menos de una hora aquella plaza estaba abarrotada de gente molesta por los daños causados por Now Now. De pronto, entre la multitud y después de unas horas de discusión, se escuchó una voz que sobresalía entre todas:

-¡Que lo frían en aceite! ¡Que lo frían en aceite!

Una multitud con garrotes, cuerdas y mecates lo acorraló entre la casa de la escuela y los escombros de la iglesia. Comenzaron a tirarle lazos para amarrarlo y de repente y todo sudadito se despertó al momento que lanzaba un terrible grito:

-¡Mamá!

Su mamá se acercó corriendo y lo abrazó entendiendo de inmediato que su hijo había tenido una fea pesadilla.

-Yo era un grandulón y me querían freír en aceite, la isla…,  un papagayo…, la botella.

-Tranquilo hijo, ya pasó, solo fue una pesadilla.

Poco a poco el corazón de Now Now se fue normalizando hasta que abrazado a su mamá le dijo al oído: Es mejor ser pequeño.

Al día siguiente el niño escribió su historia y la mandó a La Pulga Siniestra con una nota que decía: “Tengo el record de ser el niño que quiere seguir siendo pequeño”. Al cabo de un tiempo recibió un telegrama que decía:

-“Now Now, record del niño mas feliz por chiquito y cortito”

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado, pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.

   

domingo, 2 de octubre de 2011

"MARTHA Y LAS CONCHAS DE MAR" Caso 222



Martha era una niña que vivía muy feliz en la comarca. Su familia había llegado de los lejanos parajes de Montecrópolis tras el voraz incendio ocasionado accidentalmente por el Dragón Resfriado. Su padre, de profesión chupetero, fabricaba los mejores caramelos en forma de chupeta, era un trabajador incansable y su madre, cajera, acomodaba las chupetas en cajas de colores. Siempre al terminar la semana de labores llevaban a Martha a la playa a hacer lo que todos hacen en una playa: vender las chupetas de limón, naranja, parchita, chocolate y mango que habían elaborado durante toda la semana. Mientras, Martha hacía todo lo que hace una niña cuando va a la playa: dibujar en la arena, hacer castillos, bañarse en la orilla, pero lo que más le gustaba era recoger conchas marinas de múltiples formas y colores, llevarlas a casa y colocarlas junto con las otras que a través del tiempo había recolectado. Allí en esa caja albergaba su gran tesoro: habían conchas amarillas, rosadas, color caramelo, araguato colorado, negrito casi oscuro, marrones con rayitas, blancas y pare usted de contar. Aquel día Martha estaba muy contenta. Había construido un castillo de arena de cuatro niveles. Estaba tan bien hecho que las olas que reventaban cerca de él no lo habían tumbado como en otras ocasiones. También había dibujado un gran corazón en la orilla del arrecife y había escrito: “Amo a los Chupeteros Pa y Ma”, pero el salpicar de las olas ya casi había borrado la mitad. Tuvo tiempo para echarse un chapuzón, primero corría hacia atrás y hacia delante escapando del agua aparentemente fría del mar, hasta que de pronto, “Catapún”, una ola la tomó descuidada y la revolcó por la orilla y allí, casi sin darse cuenta vio aquella concha, que por su forma, brillo y color la cautivó. Como pudo y antes de que volviera otra ola, estiró su mano y la atrapó. La apretó duro, se puso de pie y con mucho cuidado la observó: era una concha en forma de cono acaracolado, de un rosado intenso, casi del tamaño de su puño. Era la concha más hermosa que jamás había visto. La limpió un poco y se la mostró contenta a sus padres a quienes también les gustó mucho. Un viejo marinero que se encontraba cerca de donde Martha recogió la concha le dijo:
-Es una concha muy especial, hace muchos años yo conseguí una un poco más pequeña y la llevé a mi casa. Hace mucho tiempo que por causa de la edad y mis achaques de viejo no me hago a la mar, pero allá en casa, en la soledad de la noche, la saco del cajón que está cerca de mi cama, me la coloco al oído y escucho, poniendo mucha atención, el rumor de las olas del mar y así me quito la nostalgia.

Martha se acercó el caracol al oído al tiempo que habría sus ojos de forma exorbitada por la impresión:

-¡Sí!, ¡Se oye el mar!

Martha sonreía, era un verdadero misterio como un caracol podía conservar el sonido del océano en su interior. Martha había encontrado el más valioso de los tesoros marinos y pensó en un lugar especial para guardarlo y no perderlo. Sería debajo de su almohada, allí estaría a salvo y todas las noches podría dormir con el arrullo de las olas del mar.
Cuando llegó a su casa lo primero que hizo fue hablar con su vecino Pascualito:

-¡Pascualito! ¡Pascualito! ¡Encontré un tesoro en la playa!

-¿Un tesoro?-Dijo Pascualito- ¿Estaba escondido en un barco pirata?

-¡No!, estaba en la orilla. Mira que bonito es y tiene un sonido natural.

Pascualito lo vio y quedó asombrado por el color, luego se lo acercó y oyó el sonido de las olas y dijo:

-¡Que sortuda eres Martha! Tienes un caracol que habla como el mar.

Pascualito regó la voz rápidamente por toda la comarca y el jardín de la casa de Martha pronto se llenó de niños y curiosos que hacían fila para oír el sonido del mar en la concha.

-¡Martha! Hija, ya está oscureciendo y es hora de cenar, despídete de tus amiguitos hasta mañana y lávate las manos que vamos a comer.

-Si mami. ¡Chao, nos vemos mañana!

Los niños, uno a uno, se fueron retirando a sus casas. Martha cenó y después de despedirse de sus padres y decir sus oraciones, se fue a acostar. Entró al cuarto, se puso su pijama de cuadros efervescentes y colocando la concha debajo de su almohada y con el sonido del vaivén del mar se quedó dormida. Eran como las tres de la mañana cuando una música muy suave pero melodiosa se escuchaba a lo lejos. Martha de incorporó en la cama tratando de distinguir la procedencia de aquella melodía tan hermosa. Se paró y abrió la ventana tratando de averiguar de dónde venía. Pero no, no era de afuera, el sonido procedía de la habitación. Buscó debajo de la cama, en las gavetas, en el closet y no lo conseguía. De pronto, estando sentada en la cama, se acercó la concha al oído y…

-¿Qué es esto? ¡Alguien canta dentro de mi concha! ¿Quién será? ¡Es imposible!

Pero Martha cada vez que se acercaba la concha al oído escuchaba la melodía. De pronto acercándose la concha a la boca preguntó:

-¿Quién está allí? ... ¿Quién está allí?

De pronto una voz dentro de la concha responde:

-Soy Alí, un viejo genio que al ser despojado de su lámpara tuve que guarecerme aquí, pues un ogro se la llevó y me quedé sin un lugar dónde vivir.
-¿Y cómo entraste en un lugar tan pequeño?

-Bueno, para mí es sencillo porque mi mundo es al revés que el tuyo. Si tu vives el día, aquí es de noche; si allá todo es grande, aquí todo es pequeño, si allá los brazos del reloj dan vuelta hacia la derecha, aquí dan vuelta hacia la izquierda.

-¿Puedes salir para verte? –Preguntó Martha- ¿Puedes?

-Bueno, allá voy. Pero ponte hacia un lado de la habitación para que me veas bien.

De pronto un haz luminoso salió de la concha y un enorme genio que apenas cabía en la habitación apareció entre niebla.

-¿Cómo es posible que tú siendo tan grande quepas en una concha tan pequeña?

El genio haciendo un gran esfuerzo por lo apretado que se encontraba contra las paredes y el techo exclamó:

-Cuando salgo de la concha todo es grande y cuando entro todo se hace pequeño. ¿Puedes abrir la ventana para salir un poco? Me siento muy apretado y sofocado en este lugar.

-¡Claro! Vayamos al jardín. Allí hay un árbol muy grande en su pie podemos sentarnos a hablar un rato.

Martha abrió la ventana y como si fuera un corcho de botella Alí, el genio, salió hacia el jardín. Martha lo siguió también por la ventana y conversaron toda la noche. Entre las cosas que hablaron Martha descubrió que el genio tenía 1.003 años, que había nacido en el Reino de Bagdagolandia, que era muy querido en su país porque siempre ayudaba a la gente cuando tenía problemas y lo más importante: él no concedía tres deseos, él daba uno de ñapa. También el genio le contó como el ogro creyendo que el poder de los deseos estaba en la lámpara, lo engañó para quitársela y dejarlo sin vivienda.
Martha le contó también al genio sobre lo trabajadores y buenos que eran sus padres y lo estudiosos de sus amiguitos. Le dijo lo bonito del sonido del mar en la concha y también le contó sobre un vecino y amigo de la comarca que podría ayudar a recuperar la lámpara del genio Alí.
El tiempo fue pasando hasta que comenzaron a salir los primeros rayos de sol y el genio le dijo a Martha:

-Amiga, ya es tiempo que vuelva a mi concha. Si puedes ayudarme a recuperar mi lámpara te concederé algo que nunca genio alguno ha hecho jamás: te concederé un viaje al interior de mi lámpara para que conozcas el mundo de donde vengo.

-Está bien, hoy mismo hablaré con mi vecino.

Martha recogió la concha de mar una vez que el genio Alí se transformó en niebla y se metió en ella, luego la guardó muy bien debajo de la almohada. Después  desayunó con sus padres y les contó lo que le había sucedido durante la noche. Sus padres se miraron entre sí y pensaron que era una broma de Martha. Sonriendo con picardía le dijeron a la niña que ella tenía una gran suerte de tener un genio en casa. Al terminar de comer Martha fue a la casa de su vecino y Toc., Toc., Toc.

-¿Quién es?

-Soy su vecina Martha, Señor Pulga, ¿Podría atenderme un momento por favor?

-Si Martha, pasa adelante, la puerta está abierta.

Martha entró en la casa de La Pulga Siniestra y vio que estaba observando a través de un microscopio algo microscópicamente microscópico.

-Estoy solucionando un caso de virosis patogénica que ataca solamente a los cantantes de ópera clásica. Esto ha traído como consecuencia la suspensión de tres conciertos en la comarca afectando el desarrollo cultural de los pájaros entonadores. ¡El antídoto funciona! Ahora solo falta mezclarlo en el agua de riego para que llegue a las plantas y de allí a las flores. El resto lo hará el polen y el viento. Bien Martha, ¿En qué te puedo ayudar? ¿Otra vez problemas en la escuela con el cálculo renal?

-No

Martha le contó a La Pulga Siniestra todo lo que había sucedido con su concha de mar, la preocupación del genio, el engaño del ogro, el sonido de las olas y la promesa del genio de llevarla a un viaje al mundo de la lámpara.
Después de escuchar con mucha atención La pulga Siniestra  luego de pensar un poco le dijo a Martha:

-Hace poco recibí un paquete con una carta que nunca entendí el por qué me la enviaron. Ahora encuentro la respuesta. Voy a buscarlo y te lo leo.

Pasado un tiempo La pulga Siniestra apareció con una caja que tenía una inscripción que decía: “Estoy arrepentido, para La pulga Siniestra”.

-Aquí está la carta: “Hace unos días me quedé con esta cosa creyendo que era buena para hacerme bonito, pero no sirvió de nada. El que vivía aquí se hizo humito. Firma: Yo”. Creo que esta carta la envió el ogro arrepentido y me mandó la lámpara al creer que su dueño se había desaparecido.

-Si, yo creo lo mismo.

-Toma Martha, llévale la lámpara al genio y saluda a tus padres de mi parte.

Martha le dio las gracias a La pulga Siniestra y salió corriendo a su casa a llevar la lámpara al genio Alí.

-Alí, Alí, tengo tu lámpara.

De nuevo un destello iluminó la habitación y Alí muy apretadito entre techo y paredes del cuarto reconoció su casita y con mucho esfuerzo le dijo a Martha:

-Si, esta es mi lámpara
 
Y de inmediato se transformó en niebla y se introdujo en ella. Martha lo vio tan contento que apenas pudo decirle adiós.
Aquella noche Martha no podía dormir, metió su mano debajo de la almohada y sacó la concha y con asombro descubrió que aún se podían escuchar las olas del mar. Al lado de su cama, en la repisa, estaba la lámpara y la vio un poco sucia. Tomó un pañito y la comenzó a limpiar, de pronto la lámpara empezó a vibrar y a salirle humo por su pico. Martha, asustada, la soltó y entonces salió Alí, con un traje muy hermoso y un turbante puesto en su cabeza, muy limpio y bañadito pero aún muy apretado entre el techo y las paredes  del cuarto de Martha y le dijo:

-¿Creíste que no volvería? ¿Por qué tardaste tanto en frotar la lámpara? Ven quiero que conozcas mi mundo.

El genio Alí tomó la mano de Martha y convirtiéndose ambos en niebla desaparecieron dentro de la lámpara. Cuando Martha llegó al mundo del genio quedó sorprendida, todo era muy pequeño incluyendo al genio, pero ella era muy pero muy grande. Desde su tamaño podía ver los ríos, las casas, y allá abajo a Alí que le ofrecía un poco de jugo de saturnina. Verdaderamente todo lo que había dicho Alí era cierto, en su mundo todo era al revés. Allí era de día y en el mundo de Martha era de noche. Martha le contó a Alí como había conseguido la lámpara y Alí le contó muchas historias a Martha sobre su mundo y le regaló un turbante gigante para que cuando regresara a su mundo lo pudiera usar y mostrarlo a sus amiguitos, también le mandó como agradecimiento a La pulga Siniestra una pluma de la extraña Ave de las Rocas Sinuosas y luego de un fuerte abrazo se despidieron. Antes de regresara su cuarto Martha preguntó a Alí:

-¿Quién es esa persona que todas las muchachas miran tanto?

-Es el ogro que me quitó la lámpara, como aquí todo es al revés, al ser tan feo afuera aquí se ha convertido en alguien muy atractivo.

Aquella noche fue inolvidable. Cuando Martha se despertó creyó que todo había sido un sueño, pero al mirar sobre la repisa vio un hermoso turbante color rosa.

Y colorín colorado este cuento se ha terminado, pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.
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