La Historia de Paulina comenzó hace muchos años cuando, siendo muy pequeña, asistió por primera vez a la escuela de la comarca. Sus vecinitos le habían informado que la escuela era un lugar muy bonito donde se encontraban todos los días niños con los que se podía jugar, correr, saltar, cantar y estudiar. Aquél día Paulina estaba muy nerviosa. Su mamá la llevaba de la mano y al llegar a la escuela le mostró lo bonita que era. Una maestra las recibió en la puerta y las acompañaron hasta el salón de clases. Era una sala grande con unas mesitas y sus sillas de variados colores, en una esquina había un gran estante con todo tipo de juegos, al otro lado había una biblioteca llena de cuentos para niños, más allá se veía un hermoso jardín con flores multicolores y cerca de los columpios estaba una joven que jugaba a dar vueltas con todos los niños agarrada de las manos. Al poco tiempo sonó un timbre y todos de manera ordenada se pusieron en fila. Paulina se despidió de su mamá con un fuerte abrazo y un gran beso al tiempo que escuchaba:
-Te quiero mucho, sé una buena niña y sé obediente a tu maestra. Aquí tendrás muchos y buenos amiguitos. Come todo lo que tienes en la vianda.
-Si mami, si mami.
Paulina estaba un poco nerviosa pero se armó de valor y se acomodó en la fila con los otros niños. De pronto, una señora mayor les habló dando a todos la bienvenida y deseando éxito en el nuevo año escolar. Luego fueron pasando en forma ordenada hasta el salón, poco a poco se fueron ubicando en las sillas que más le gustaba a cada uno, pero Paulina estaba apenada y no se atrevía a sentar en ningún lado.
-Paulina, -dijo la joven maestra- ¿Te gusta este lugar? –al tiempo que señalaba una silla rosada cerca del estante de juegos.
Paulina calladamente se sentó y puso su lonchera sobre la mesa.
-Buenos días queridos amiguitos, lo primero que vamos a hacer es conocernos y para hacerlo, cada uno dirá su nombre.
Así se oía: Fermín, Ana, Tibi, Lourdes, Pedro, Pepe, Juan, Carlitos, Isabel, Cristina, Ivonne, Luís, Paulina.
-Oye, -dijo la maestra señalando a un niño sentado detrás de Paulina- ¿Y tú cómo te llamas?
Paulina volteó a mirar a aquél niño y quedó muy impresionada al verlo, tenía sobre su cabeza un par de antenas adaptadas que terminaban en lucecitas incandescentes que brillaban parpadeando sin cesar.
-Yo me llamo Pulga, es un nombre compuesto por la mezcla de los nombre de mis abuelos Pulirán y Gargantón, los cuales tenían el mismo apellido Siniestra, que viene de una lengua antigua “Siniestrabaribicus” que significa: “Amigo de los buenos”.
Paulina miraba y miraba aquél niño tan extraño, con un traje todito verde y con esa forma tan extraña de hablar.
Durante la mañana realizaron varias actividades, Jugaron a pon la cola al payaso, colócale la gorra al burro y cantaron dos canciones al revés. Luego sonó el timbre de receso y Paulina salió al jardín con los demás niños, se sentó en un banquito y sacó de su lonchera una torta de chocolate fundido con morgones glaseados y un jugo de yucatema. Cerca de ella estaba aquél niño tan raro. No comía, tenía en sus manos una hormiga y parecía que hablaba con ella.
-¿Qué haces? –Preguntó Paulina a Pulga- ¿No comes?
- No, estoy aprendiendo el idioma hormigatín. Pudiera ser que en un futuro me sea necesario para ayudar a alguien.
-¿Cómo que para ayudar a alguien? ¿Conoces a alguien que esté en problemas?
-No, pero debo estar preparado por si acaso.
Aquella respuesta cautivó aún más la curiosidad de Paulina que ahora con menos pena preguntaba:
-¿Dónde vives?
-En la comarca, Calle La Ilusión, número 7
-Toma, -Paulina extendió un pedazo de torta a Pulga- es bueno aprender pero también es bueno comer para tener buena salud. Mi mamá siempre me recuerda lo importante de ingerir alimentos nutritivos. Hoy me dio torta por ser el primer día de clases pero a partir de mañana me dará un sanduche de queso y huevito, una fruta y un jugo o leche, hasta que llegue a la casa a almorzar.
-Gracias Paulina, eres una niña muy buena.
Mientras comían estuvieron hablando de muchas cosas: las aves de pico corto, el camarón ponchado, el zorro dormilón, el caracol sabanero y lo que más le gustaba a Paulina, contaron historias de fantasmas no aparecidos y no fallecidos, para no asustarse y poder dormir en la noche. Al rato sonó el timbre y volvieron al salón. Allí dibujaron cada uno a su familia. El dibujo de Paulina era muy bonito, había un papá, una mamá y una niña. El dibujo de Pulga era muy extraño: una puerta con un cartel que decía “Ultra Secreto” y más abajo “Laboratorio”. Luego sonó el timbre y a medida que fueron llegando los padres se iban retirando los niños. Cuando llegó la mamá de Paulina la joven maestra dijo:
-Paulina, llegó tu mami.
Paulina se paró rapidito de la silla y salió corriendo hacia la puerta a encontrarse con su mamá, pero sintió que alguien la sujetaba y volteó a mirar.
-Toma - Pulga extendía su mano hacia Paulina, en ella había una flor de margarita.
Desde aquel momento en el primer día de clase hasta hoy, el romance se apoderó de Paulina que es la admiradora secreta de La Pulga Siniestra. Han pasado los años y la amistad entre ellos es cada día más bonita.
Hoy paulina es maestra en la escuela de la comarca y cada día llega al mismo salón donde conoció a Pulga y siempre se sienta en el mismo banquito a comer con sus alumnitos. De pronto, mientras come y divaga con sus pensamientos escucha un pequeño alboroto. El maestro de lenguas muertas no reconocidas está discutiendo con el maestro de cálculo renal.
-Estoy seguro que yo la dejé aquí –dice el maestro de lenguas muertas no reconocidas.
-Pues aquí no hay nada-replicaba el maestro de cálculo renal.
-¿Qué está pasando? –Preguntó Paulina. ¿A qué se debe el alboroto?
-Alguien se ha llevado la Lengua de Humedad Perpetua, la que se utiliza para las estampillas –respondieron al unísono los maestros.
-¿Quién se llevaría la lengua de humedad perpetua? ¿Alguien que pondría muchas cartas? –se preguntaba Paulina.
Paulina no lo dudó ni un segundo. Se puso en contacto con La Pulga Siniestra para que ayudara a descifrar aquél tremendo problema.
Al poco tiempo apareció en su vieja escuela La Pulga Siniestra. Paulina lo vio de arriba hacia abajo y le dijo:
-Hola Pulga, ¡Tan atractivo como siempre!
La Pulga Siniestra se sonrojó y mirando a su queridísima y vieja amiga, después de responder a su saludo, le preguntó:
-¿Qué está pasando?
Paulina le contó a La Pulga Siniestra todo lo que había sucedido sobre la desaparición de la Lengua de la Humedad Perpetua. Además recordó lo importante que era para la escuela tenerla, no solo porque la escuela la necesitaba para el envío de la correspondencia, sino que era un obsequio del Mago Merlín, quien se la dio a la Directora cuando ayudó a despegar la lengua de su paladar, después de enviar mil cartas de navidad.
-No te preocupes, yo te la traeré.
A Paulina le encantaba la cara de seriedad que ponía La Pulga Siniestra cuando iniciaba una investigación.
De inmediato La Pulga Siniestra echó una ojeada por toda la escuela, hasta que encontró el rastro. En una pared comenzaba una fila de estampillas que cruzaban todo el salón por el techo, pasaban por el pasillo y llegaban hasta los baños. ¡Y allí estaba la causa!, dos pequeños traviesos, uno sobre los hombros del otro, con un fajo de estampillas y la Lengua de Humedad Perpetua colocando timbres fiscales por todo el techo.
A verse descubiertos por La Pulga Siniestra, se rindieron ante su mirada serena pero inquisidora. Soltaron todo y salieron corriendo a esconderse debajo de un escritorio del salón de al lado.
Con calma recogió todos los sellos y la Lengua de Humedad Perpetua y se los llevó a Paulina.
-Siempre tan eficiente –dijo Paulina al tiempo que recibía todo- ¿Descubriste a los culpables?
-Sí, dos amiguitos traviesos que están debajo de tu escritorio. Ya con el susto es suficiente castigo. Bueno, debo irme, tengo más trabajo por realizar.
La Pulga Siniestra le dio un abrazo a Paulina y se retiró bajo la mirada de admiración de los maestros y en especial la de ella.
Luego de colocar todo en su sitio, Paulina fue a sentarse en su banco y allí encontró una hermosa margarita.
Y colorín colorado este cuento se ha terminado, pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.