Aquella noche era espectacular, Alicia y José ya habían sacado sus catalejos como todas las noches y los tenían acomodados en diferentes ángulos para escudriñar cada uno el espacio que mas le agradaba.
-No hay ni una sola nube José.
-No, Hoy la noche está bien despejada. Seguramente observaremos muchas estrellas hermosas.
-Yo no investigaré estrellas. Yo voy a observar la luna. ¡Mira que grande y redondita está!
-Si, a simple vista se observa su relieve.
-Voy a traer unos sanduches y un poco de café para aprovechar el tiempo y podamos observar lo más posible.
Alicia y José eran hermanos, desde muy pequeños sus padres les habían enseñado sobre la importancia del estudio y la investigación. En este momento los hermanos estaban solos en la terraza de la casa, pues sus padres estaban dictando una conferencia sobre el gusano cabezón de trescientas patas, en la Universidad de Cocoloco, cercana a la comarca.
Allá estaban ellos como todas las noches, con sus aparatos sobre los trípodes y como todas las noches claras, emocionados a la espera de un gran descubrimiento de un nuevo cuerpo sideral. Hacía poco quedaron boquiabiertos con aquel eclipse en dos tiempos: Tiempo para mirar y tiempo para comentar.
-Aquí está la comida.
Cada uno agarró su parte y la colocaron sobre la mesa al lado de cada catalejo, junto al enorme sillón acolchado.
-Estoy graduando hacia el cuadrante sideral del paralelo norte de Gamínedes –Decía José a su hermana- hay un racimo de cuerpos estelares hacia la derecha y poseen brillo tipo uno.
-Yo estoy apuntando al umbral Oeste de la luna. Siempre me ha llamado mucho la atención ese cráter de tan grandes dimensiones. ¿Cómo se habrá formado?
-Nuestros padres siempre nos han explicado que ellos se forman por el impacto de meteoritos y asteroides que caen en la superficie lunar, dejando esas marcas.
-A veces yo creo que alguien se puso a dibujar esas formas para que nosotros las investiguemos.
-¡Silencio! Acabo de observar el reflejo incandescente de un gránulo desprendido de un asteroide, describiendo una trayectoria semielíptica, con una estela que quintuplica el tamaño del cuerpo de origen y cae treinta y tres grados al norte, justo sobre la colina mas alta de la comarca.
-Si, yo también vi la estrella fugaz.
-¿Recuerdas cuando vimos el paso del cometa de cola zigzagueante?
-¡Claro! Si estuviste hablando de eso durante tres semanas.
-Algo dentro de mí me dice que hoy haremos un descubrimiento que marcará un hito en la historia de la comarca.
Y así entre cuentos, historias, café y sanduches estaba pasando la noche.
-Acuérdate José que mamá dijo que solo hasta las tres podremos observar el espacio. Mañana es domingo, así que podemos acostarnos un poco mas tarde.
-Si.
-¿Qué es esto?
-¿Qué cosa?
-Mira Alicia, hay algo raro en Gamínedes.
Alicia detuvo su observación y se acercó a la lente del catalejo de su hermano José.
-¡No puede ser! Otra vez me has tomado el pelo, igual que la semana pasada.
-No Alicia, mira bien.
Alicia hizo un gesto de molestia y se sentó de nuevo frente a su catalejo.
-¡Alicia! ¡Mira esto! ¡Mira!
Alicia miró a José con una mirada de obstinación y siguió mirando por su lente. Mientras José desesperadamente trataba de llamar la atención de su hermana que creía que se trataba de una broma de José.
De pronto José se quedó mudo, puso una cara enorme de asombro, se puso de pié de un solo golpe y exclamo:
-¡Existen! ¡No estamos solos!
José retrocedió poco a poco apartándose del aparato. Casi se cae al tropezar con la mesita donde estaba la taza vacía de café. Alicia volteó a mirarlo y lo vio pálido como un papel, al mismo tiempo José comenzó a correr por la terraza y a gritar a todo pulmón:
-¡Marcianos! ¡Marcianos! ¡Existen! ¡Existen!
Alicia se puso de pié como de rayo y le dijo a José:
-¡Cállate! Vas a despertar a toda la comarca.
-¡Marcianos! ¡Marcianos! ¡Existen! ¡Existen!
Alicia, ya un poco dudosa acerca de lo que gritaba José, volvió a acercarse al catalejo de José y…
-¡Marcianos! ¡Marcianos! ¡Existen! ¡Existen!
Ahora los dos muchachos daban vueltas y gritaban sin parar por toda la terraza.
Las luces de las casas vecinas se fueron encendiendo y los curiosos se asomaban por las ventanas mirando al cielo y preguntando por dónde estaban los marcianos. Don Ruperto, un experimentado profesor de matemáticas en cálculo de más por menos dijo:
-¡A ver si dejan dormir un poco!
Doña Cleo salió a la calle con su camisón azul y exclamó:
-Si. Algo se ve por allá en el cielo.
Chucho salió por su escopeta de tapones de alta densidad y abrazando a su familia grito:
-¡Marcianos! ¡Aquí los espero! ¡Atrévanse a venir!
Alicia bajó corriendo al teléfono y llamó a sus padres:
-¿Quién es? Respondió Eberto desde el hotel, aún medio dormido. ¿Quién llama?
-Papá, José descubrió a los marcianos, tienen antenas y patas de crustáceos acanaladas y polifragmentarias con órganos encapsulados en una coraza roja de puntitos negros.
-¿Que tu hermano descubrió qué?
-Marcianos papá, yo los vi.
-¿Los viste tú?
-¡Claro que si! ¡Confirmado! ¡Son marcianos!
-Ya salimos para allá.
Mientras colgaba el teléfono Eberto miraba a través de la ventana hacia la bóveda estelar. A simple vista sola había una hermosísima luna llena y una incontable cantidad de estrellas.
Entretanto la calle del frente de la casa de Alicia y José estaba llena de gente. Unos preguntaban: ¿cuándo será el ataque?, ¿Son verdecitos?, ¿Es el fin del mundo?
Comenzaron a llegar los cuerpos de seguridad: el escuadrón canino de las narices chatas, los bomberos de azul, los guardianes de rojo y el equipo de emergencia de la cruz de cuadros. Todos muy atentos a la noticia de los marcianos. Algunos niños estaban asustados, mientras otros mas despreocupados jugaban al viejo juego de la desintegración molecular.
Ya un poco recuperado de la impresión inicial, José se puso otra vez detrás de la lente y en un cuaderno iba tomando nota de sus observaciones.
Ya la televisora de la comarca de encontraba grabando todo y la radio transmitía al mundo la noticia de la invasión marciana.
-Aquí Radio Pote y Cabuya. Un grupo de marcianos atacan la tierra en un sector de nuestro poblado. Un par de jóvenes se han dado cuenta del peligro que nos acecha y han alertado sobre un ataque inminente de la flota marciana. Gran preocupación hay en la población, dos familias han recogido todos sus enseres y han salido despavoridas a la región de las cavernas a cielo abierto buscando protección.
-¡Alicia!
-Si, José.
-¿Viste los ojotes tan grandes que tienen estos marcianos?
-Si, son horribles.
-Yo los vi cuando volaban hacia acá. Debajo de la coraza tienen un juego de alas que mueven casi a la velocidad de la luz. No sé si son amigables pero debemos prepararnos para todo.
-¿Qué es ese sonido?
Alicia se asomó por el muro de la terraza y vio al ejército y dos helicópteros que se dirigían hacia la casa.
-Son los soldados de la comarca que vienen a defendernos del ataque.
-Alicia llama a tu sabes quien y dile lo que está pasando.
-Si, ya lo hago.
Alicia bajó a la sala, tomó el teléfono y dijo:
-¿Aló? ¿Es La Pulga Siniestra?
Reconociendo la voz de inmediato gracias a su excelente memoria auditiva respondió:
-Si, Alicia. ¿Por qué llamas a esta hora?
Alicia le contó todo todito a La Pulga Siniestra…
-Ya salgo para allá.
De inmediato La Pulga Siniestra se puso su ropa de gala para recibimientos apoteósicos y salió hacia la casa de Alicia y José.
Todo era un verdadero samplegorio: sirenas, comentarios, helicópteros, perros ladrando, órdenes a los batallones, los equipos de emergencia con las camillas, gente asustada, otros mandando a dormir, la tele dando noticias por honda corta, la radio…
Cuando La Pulga Siniestra llegó al sitio se hizo un profundo silencio, solo se oía el aletear de un mosquito encerrado en el cuarto de Pablito a dos cuadras de allí. Paso a paso la gente se fue apartando y abrieron espacio a La Pulga Siniestra quien llegó hasta la puerta de la casa. Toc, Toc, Toc.
Alicia salió a abrirle la puerta y ambos entraron. Detrás de ellos se cerró nuevamente la puerta y siguió el bullicio.
La Pulga Siniestra Subió a la terraza, miró por el catalejo, se levantó y mirando a José y a Alicia dijo:
-Esto no le va a gustar a nadie.
Sacó de su traje de gala un pañuelo, lo sacudió sobre la lente del catalejo y dos mariquitas salieron volando tranquilamente y sin daño alguno.
Al Amanecer, en la prensa se narraba todo el incidente. La tele también lo decía todo. Alicia y José estaban súper apenados y extendieron públicamente disculpas a toda la comarca y pueblos vecinos. Mientras los padres de ambos jóvenes decomisaron los catalejos y les dieron de ahora en adelante un juego de química…
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado, pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.
Recuerda: “Todos los niños son buenos y siempre están seguros cuando dan una noticia”