domingo, 8 de enero de 2012

"La Comarca del Paraíso Perdido" Caso 444


La Pulga Siniestra se había levantado muy temprano como de costumbre, ya se había tomado su taza de chocolate calentito cuando, dirigiéndose a la puerta, echó una última mirada a su casa, tomó su bolso con el equipo de supervivencia y saliendo cerró la puerta. El sol estaba apenas apareciendo sobre las laderas de la comarca y los pájaros comenzaban a despertar con revoloteos y sus alegres trinos. Todo aquello presagiaba en su hermosura, las excelentes vacaciones que La Pulga Siniestra durante tanto tiempo había planificado a la comarca del Paraíso Perdido.
En un viejo mapa que desde hacía mucho tiempo había caído casualmente en su poder, aparecía un pequeñísimo punto y sobre él estaba escrito: “Templo Momificatis Perpetuos”. Ese era el objetivo. Luego de muchas noches en vela e innumerables horas de investigación, La Pulga Siniestra descubrió que el viejo mapa correspondía a un pueblo que existió hace muchos siglos y que su cultura había desaparecido al igual que su ubicación geográfica. Gracias a un aparato diseñado por La Pulga Siniestra en su laboratorio, pudo determinar la posición de la comarca del Paraíso Perdido, utilizando para ello el posicionador interespacial magnetizado con aguja señaladora.
Se aproximó al muelle de la comarca. Allí tomaría el viejo vapor que lo conduciría hasta la catarata de piedra, luego un viaje en paracaídas, atravesar unas pocas decenas de kilómetros en la jungla, recorrer un tramo del río Longevo y allí en su centro sumergirse hasta la cueva bajo el agua, puerta al pasadizo que lo llevaría al fin hasta la comarca del paraíso perdido.
-Buenos días Capitán.
-Buenos días Pulga Siniestra. Es un alto honor tenerte como pasajero en este buque. Aún recuerdo la última vez que estuviste aquí solicitando mis servicios.
-Si. Yo también lo recuerdo. Especialmente cuando por curioso abriste la jaula del dragón aterciopelado y casi nos cocina a los dos.
-Si. – Decía el capitán con una sonrisa en los labios – Mira, allí todavía queda las señales del incendio que provocó con sus estornudos sobre cubierta.
-Ja, Ja, ¡Que tiempos aquellos!
El viaje transcurrió apacible. En cubierta La Pulga Siniestra observaba a los caimanes tomando el sol en la ribera.
-Ya estamos cerca de la catarata de piedra.
-Si, desde hace un rato estoy escuchando la caída de agua.
La catarata de piedra lleva ese nombre porque en su centro, antes de la caída de agua, hay una inmensa piedra plana que para el que no la conozca, daría la impresión de que está a punto de caer por los setenta y cinco metros de de la cima de la catarata a la profundidad del abismo líquido.
La Pulga Siniestra se sube a un bote de goma que está al lado del viejo buque y se deja llevar por la corriente hacia la enorme piedra. Mientras tanto el viejo vapor hace un gran esfuerzo y sale de la corriente del río para ponerse a salvo de la succión de la catarata de piedra.
Ya sobre la piedra, La Pulga Siniestra saluda a su viejo amigo el capitán del buque el cual le responde con un gran silbatazo del vapor. La Pulga Siniestra desinfla el bote, lo dobla y saca su paracaídas, se lo coloca, amarra el bote a su pecho, toma impulso y…
-¡Jerónimo!
De un salto se lanza sin vacilación alguna al vacío. Al cabo de unos segundos terroríficos, hala la cuerda y un hermoso paracaídas de colores muy parecidos al del arco iris se abre y cae suavemente. Desde las alturas La Pulga Siniestra observa el posible sitio de aterrizaje pero no localiza un espacio adecuado. Entonces haciendo gala de una gran intrepidez, decide aterrizar en el centro del caudaloso río. Cae e instantáneamente la corriente del río arrastra con fuerza el paracaídas hacia en fondo. La Pulga Siniestra corta con su cuchillo para emergencias de caída en aguas profundas el arnés del paracaídas y se libera. Sale a la superficie, toma una gran bocanada de aire y se suelta del pecho los amarres del bote de goma, tira de la válvula de gas comprimido y el bote se infla como por arte de magia. De un salto se sube en él y contempla el remolino de agua que forma la catarata de piedra en su base. Saca su remo extensible que siempre le acompaña y haciendo un esfuerzo sobrehumano rema fuertemente hasta salir de la succión del enorme remolino. Ya en aguas mas serenas sube el remo y descansa un poco para recuperar fuerzas.
La corriente lo va llevando suavemente y él va observando la espesa selva que bordea los márgenes del río. Aves de miles de colores y trinos jamás oídos retumbaban en el ambiente. Unos monos coco pelado con unas rayas rojas en el lomo jugueteaban entre las lianas que colgaban desde un lado al otro del río. Un pez enorme y con forma de delfín con una concha arriba de su lomo, en forma de caracol, pasó muy cerca de él. La Pulga Siniestra nunca había visto animales como aquéllos, parecía que había dado un salto a épocas pretéritas y desconocidas para los científicos.
Después de mucho tiempo navegando La Pulga Siniestra vio que el río llegaba a su fin y orilló su embarcación.
¿Cómo es posible que el río llegue hasta esta montaña y ya no halla mas río? Se preguntaba sin hallar respuesta. Se sentó sobre una roca y observando una rama que flotaba en el centro del río se dio cuenta de que en un momento ella se hundió y no salió más.
-¡Aja!, ¡Lo tengo!, el río tiene un pasaje subterráneo.
La Pulga Siniestra sacó el mapa y observó unos jeroglíficos que mostraban un pasaje secreto hacia la comarca del paraíso perdido. Ya era muy tarde. Lo pensó bien y decidió montar campamento, comer y descansar bien para que mañana, a primera hora, intentar llegar a la comarca del paraíso perdido.
La noche era fabulosa. Miles de luciérnagas iluminaban de tal manera que no hacía falta encender una fogata. El cielo estaba lleno de estrellas y la luna brillaba en la noche como una torta de maíz con sabor dulzón.
Al día siguiente guardó el bote en un lugar seguro en la orilla y tomándose dos píldoras de oxígeno comprimido de presentación económica, comenzó a nadar hacia el centro del río. De pronto sintió como una poderosísima corriente de agua lo succionaba hacia abajo. De inmediato comprendió que sería inútil luchar en contra de esa poderosísima fuerza y se dejó llevar por ella. Bajo el agua abrió los ojos y pudo darse cuenta de la cantidad de peces tan raros y hermosos que allí estaban. Había también un temblador que ya no temblaba, una piraña gigantesca sin dientes, un hipopótamo delgado y con cola de pez, un cocodrilo de pico corto y también vio una culebra de agua con cuerpo de cochino. Casi sin darse cuenta su cabeza tropezó con una pared de piedra y al instante la misma corriente de agua que lo succionó hacia abajo ahora lo lanzaba hacia arriba, miró y pudo observar que la superficie del agua estaba apenas a unos metros sobre su cabeza. Comenzó a mover los pies y las manos y nadar hacia la superficie. Al fin salió y quedó maravillado.
Lo primero que vio fue un árbol que tenía cambures, higos, uvas, naranjas, manzanas y tamarindos en la misma planta. Los frutos eran muy grandes y desde donde estaba podía percibir la fragancia de aquellas frutas.
Salió del agua y vio como entre el bosque había un camino cubierto de pepitas de oro y rubíes de todos tamaños que hacían competencia de belleza con las coloridas flores que se hallaban a sus lados. Fue caminando embelezado con tanta belleza y preguntándose cómo habría sido aquella cultura tan rica que sus calles eran de oro y de rubí. Llegó a una especie de poblado construido en las ramas de gigantescos árboles petrificados. Cada rama era mucho más grande que el árbol más grande de la comarca y en ellas, esculpidas habían casitas con puertas hexagonales como si de una colmena se tratara.
Todo aquello estaba muy limpio, pareciera que…
-¡HMNBJJumiiii!
En efecto, el pueblo estaba habitado. Rápidamente La Pulga Siniestra sacó su traductor de lenguas bien requetemuertas, lo colocó en su oreja, alargó del dispositivo un micrófono pluriidiomático y se presentó.
-Soy La Pulga Siniestra y desde hace mucho tiempo he querido visitar esta comarca.
-Nosotros somos el pueblo de los Momificatis Perpetuos y nunca habíamos visto a alguien como tú. ¿De dónde vienes? ¿Qué quieres?
-Vengo de tierras muy lejanas en donde nunca hemos sabido de ustedes y quiero conocer sobre su cultura.
Casi imperceptible alguien detrás de él dijo:
-Parece pacífico.
La Pulga Siniestra volteó de inmediato hacia aquella voz y quedó maravillado ante la hermosura de aquella muchacha que hablaba. Por primera vez en su vida La Pulga Siniestra no sabía que decir, se sentía torpe y un poco tonto.
Una chica vestida de selva y con una cabellera larga y hermosamente brillante lo miraba con sus enormes ojos negros. La Pulga Siniestra se sentía extraño, un escalofrío cruzó su espalda. El estómago comenzó a dolerle y la luenga se me le traba y no puso casi nada dicir.
-¿Tienes hambre? Le preguntó la joven.
La Pulga Siniestra solo atinó a decir:
-SSS…
-Ven, me llamo Himara
-Yo me llamo La…. Se me olvidó…
-Toma esto es yuti es una raíz comestible que tiene sabor aterciopelado y agridulce. ¿Te gusta?
-Si.
De repente y casi sin darse cuenta un grito ensordecedor sale desde lo alto y un extraño pájaro de garras negras arrebata a Himara desde el mismo frente de La Pulga Siniestra quien despertando como de un profundo sopor se da cuenta de que un ave enorme se ha robado a la joven justo frente a él.
Como de rayo la reacción de La Pulga Siniestra se pone de manifiesto. De su saco extrae una pistola lanza redes y de un disparo certero atrapa a la joven que está en las garras del malvado pajarraco y comienza una encarnizada batalla que por su crueldad y respeto a los niños no podemos describir aquí pero que termina con el rescate de Himara y la cocción del pájaro a la brasa. Humm! Para chuparse los dedos.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado, pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.
Recuerda: Todos los niños son buenos y siempre está atentos para ayudar a sus semejantes.

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