Carmen estaba de regreso a su casa después de un ajetreado día de clases. Su maestra la señorita Emilia la Cariñosa le había contado la fabulosa historia de la hormiga sorda y la banda musical. Iba pensando en esa historia cuando algo allá a lo lejos, en el suelo, a un lado del camino, llamó su atención. Tenía cierto brillo y su destello lo hacía resaltar sobre todo el paisaje. Se fue acercando y se dio cuenta que era una moneda. Al principio pensó que alguien la había perdido. Miró hacia los lados y oteó a la distancia a ver si alguien estaba por allí. Seguramente pertenecía al que estuviera cerca, pero no vio a nadie. Pensó: “mamá me ha dicho que no agarre nada que no sea mío”. Pero por otro lado, si la recojo podría encontrar a su dueño.
Se agachó y la tomó del suelo. Era una moneda muy bonita y rara. No era como las monedas con la que normalmente compraba dulces en la tienda cuando iba de compras con mamá. Y tenía en sus lados una inscripción que decía en un extraño lenguaje “VALORUM DOBLORUM”. Ella no tenía idea de lo que aquellas extrañas palabras significaban.
Poco a poco, paso a paso, llegó a su casa.
-¡Hola mamá!
-¡Hola Carmen! – y al tiempo que abrazaba a su niña le preguntaba- ¿cómo te fue hoy en la escuela?
-Muy bien mamá. La señorita Emilia la Cariñosa nos contó una historia de una hormiga sorda que dirigía una banda musical en la selva, elefantes, rinocerontes, monos, grillos y todo tipo de animal.
-¡Que interesante! ¿Algo más?
-Si, de regreso a casa me encontré algo a la orilla del camino. Yo sé que tú me has dicho que no agarre cosas que no son mías, pero yo al no ver a nadie por allí, pensé que podría ayudar a conseguir a su dueño.
-¿Si? ¿Y cómo lo vas a hacer?
-Yo le voy a llevar la moneda a nuestro vecino, La Pulga Siniestra, estoy segura que él hallará a su dueño.
-Bueno, ve a su casa y no tardes mucho.
Carmen dio un beso a su mamá y salió a la casa de al lado. Cuando iba a tocar la puerta escuchó la voz de La Pulga Siniestra que decía:
-Pasa Carmen la puerta está abierta.
¿Cómo lo hacía?, ni siquiera llegó a tocar la puerta. Era evidente que La Pulga Siniestra tenía un sexto sentido para percibir las visitas.
-¿Qué traes para mí?
¿Cómo lo hace? Parecía que leía el pensamiento de Carmen.
-Hoy viniendo de la escuela encontré a la orilla del camino esta moneda. Busqué en el horizonte a ver si alguien estaba cerca porque seguramente sería su dueño y no vi a nadie. Tiene una extraña inscripción: “VALORUM DOBLORUM”.
Instantáneamente La Pulga Siniestra dejó el experimento con sustancias engomadas que estaba haciendo y se acercó con lupa en mano hacia la moneda.
-¡Caramba! Es un “DOBLORUM VALORUM”, nunca había visto uno pero he oído hablar de él en los círculos herméticos de los buscadores de tesoros.
-¿Sabes quién podría ser su dueño?
-Dicen que hace muchos años un galeón que traía oro de Japonilandia se hundió luego de una fuerte tormenta en el mar de la calma y que trajo un cofre lleno de esas monedas especiales.
-¿Especiales?
-Si, son muy especiales pues, cuando compras algo siempre te dan el doble de lo que adquiriste.
-Pero ¿Quién es su dueño? ¿Cómo llegó a la orilla del camino?
-A ver, a ver…
La pulga Siniestra se acercó aún más con su potente lupa y de pronto…
-¡Aja! Ya sé como llegó hasta allá. Aquí hay una marca en la moneda que solo puede ser echa por el pico de un alcatraz mollejón. Seguramente la corriente marina llevó el tesoro a alguna isla del mar de la calma y el alcatraz confundiendo la moneda con un pez dorado de las profundidades superficiales lo comió. Luego emprendió vuelo hacia el norte y al conseguirse con vientos de cola se desvió dos grados a babor y pasando justo por el camino de la escuela hacia tu casa, la moneda se cayó del pico y tú la encontraste.
-¿Y cómo consigo al alcatraz mollejón para darle su moneda?
-¡Imposible!, una vez que el alcatraz emigra lo hace solo para ir al país de nunca jamás. Me temo que la moneda es tuya.
-¿Mía?
-Si, tú eres su dueña.
-Bien, voy a contarle a mamá. Gracias Pulga Siniestra.
-Adiós Carmen. Por favor no cierres la puerta que Don Ruperto está en la esquina y viene para acá.
Carmen salió de la casa, miró hacia todos lados pero no vio a nadie, sin embargo, no cerró la puerta como dijo La Pulga Siniestra. Se fue a su casa y cuando iba a entrar miró hacia atrás y Don Ruperto venía doblando la esquina hacia la casa de La Pulga Siniestra.
-¿Cómo lo hace?
-¡Hola Carmen! ¿Qué te dijo nuestro vecino?
Carmen le contó a su mamá todo lo que le había dicho La Pulga Siniestra…
-Bueno, pero piensa bien cuando vayas a utilizarla para que en verdad saques el mejor provecho de esa moneda.
-Si mami.
Por aquellos días había una feria en la comarca y Carmen pidió permiso a su mamá y a su papá para ir a los juegos y utilizar su moneda. Sus padres le dieron permiso y Carmen se fue muy contenta.
Al llegar a la feria miró la enorme noria dando vueltas y pensó: “Si compro un pase me darán dos y luego no podré regresar a casa por lo mareada que estaré”. Luego vio aquellos extraordinarios carritos chocones y pensó: “Me darán dos pases y regresaré a casa llena de moretones”. Luego vio aquellos sabrosísimos dulces de algodón de azúcar y pensó: “Si pido uno, me darán dos y mi barriguita me dolerá mucho tiempo”. Luego se sentó a mirar a la gente como se divertía y mientras lo hacía observó a un niño buscado en un bote de basura…
-¿Qué haces?
-Busco algo para comer. A veces la gente no se come todo y echan lo que sobra aquí y yo lo recojo. Parte me la como y parte la llevo a mi casa para darle a mi abuelo que está ya muy mayor.
Carmen sin dudarlo metió la mano en su bolsillo y le dio la moneda al muchacho a la vez que le hablaba de las cualidades de la moneda.
El niño se puso feliz, le dio las gracias a Carmen y se fue corriendo a comprar comida para su abuelito y para él. Luego, Carmen se fue a su casa…
-¿Te divertiste Carmen?
-Si mamá.
-Espero que no hayas comido en exceso.
-No papá.
-Bueno Carmen, es hora de dormir, mañana hay colegio y hay que madrugar.
-¡Buenas noches mamá, buenas noches papá!
-¡Buenas noches!
A la mañana siguiente Carmen iba caminando hacia su escuela pensando en el niño de la feria y en su abuelito. De repente, como por encanto, estaban allí dos monedas de “VALORUM DOBLORUM” y exclamó:
-¡Es cierto! ¡Es cierto! ¡La Pulga Siniestra tenía razón! Esta moneda siempre da el doble. Miró al cielo pero no vio nada, sin embargo escuchó a lo lejos el graznido de un alcatraz.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado. Pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.
Recuerda: “Todos los niños son buenos y siempre pueden recibir el doble de lo que dan”
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