martes, 14 de febrero de 2012

"UN ESPEJO DESCABELLADO" Caso 621


Lourdes y Jaime siempre pasaban por aquella casa para ir a la escuela. Eran muchas las historias tenebrosas que sobre ella se tejían: que si los fantasmas, que el señor sin cabeza, que si el caballo sin jinete… Pero la más espeluznante de todas es la del viejo sin cabeza con sombrero de pico. Cuenta la leyenda que en aquella casa vivía un joven muy trabajador. El tenía una hermosa esposa y una preciosísima hija. Los tres vivían allí muy felices hasta que un día su niña cayó víctima de una extraña y penosa enfermedad. La niña estaba como siempre jugando con su perrito Golfo, cuando de pronto sintió un extraño malestar. Su mamá, al ver que el dolor no pasaba, la llevó al doctor. El doctor habló con papá y mamá de la necesidad de tratar a la niña en el hospital. Para ello debían dejar a la niña allí. El tratamiento fue largo y fuerte, tanto que el pelo de la niña se fue cayendo hasta que no quedó uno solo sobre su cabeza. La felicidad de aquella familia se transformó en una gran tristeza. Sin embargo los padres de la niña nunca demostraban a la niña preocupación alguna y toda la enfermedad de su niña la enfrentaron con paciencia y mucho amor hacia la pequeña. Un día…

-Sabes mamá, quisiera verme en el espejo.

La madre no sabía que hacer. Estaba muy preocupada por la reacción de su niña cuando se mirara en el espejo. Consultó con el papá y ambos decidieron complacer la petición de la niña.

-Amor, aquí traemos el espejo. Antes de que te mires en él es importante que sepas que ya no tienes pelo en tu cabeza y que en tus cejas queda muy poco.

Aquellas palabras salían del dolor mas profundo de una madre y de un padre para con su hija.

-Si mamá. Yo se que ya no tengo pelo, pero aún así, deseo ver mi cabeza.

Una lágrima corrió fugaz por el rostro de la madre mientras el padre hacía un esfuerzo por tragar la saliva que ya no tenía en su boca. Del bolso la mamá sacó un espejo y se lo dio a la niña.
La niña estiró su manito y haciendo un gran esfuerzo sostuvo el espejo frente a su cara y una sonrisa como la que hacía tiempo no tenía, asomó de la cara de la niña.

-Mami, es que dentro del espejo hay una niña que no conozco y sin pelo. Además mira lo que dice en la parte de abajo del espejo.

La mamá leyó una leyenda grabada en el mango del espejo: “Soy un espejo descabellado”. De inmediato la madre también sonrió al darse cuenta que cuando ella miraba su rostro en el espejo, su pelo, quedaba fuera de la imagen y ella misma parecía una mujer sin pelo.
Ambas madre e hija reían sin parar al ver como lucían las personas sin pelo en la cabeza.
El padre extrañado preguntó:

-¿Qué pasa? ¿Por qué ríen tanto?

La mamá le puso el pequeño espejo enfrente y el papá soltó una carcajada que se escuchó por todo el pasillo hasta el puesto de enfermeras.
Al poco tiempo la habitación estaba llena de gente viéndose en el pequeño espejo y sonriendo por la forma de verse en él.
Sin que nadie se percatara un extraño personaje vestido de águila calva se acercó a la niña y le regaló un sombrero de pico.

-A ver, ¿Cómo te ves con este sombrero puesto?

-¡Me veo igual!, ¡El sombrero no cabe en el espejo! Ja, Ja. Ja.
¡Aquel día, fue formidable! Los padres de la niña compartieron con ella mucho amor y mucha alegría. Dicen que cuando la niña se fue al país de nunca jamás se fue con una sonrisa y mirando la belleza de una cabeza sin un solo pelo.
Ya para la familia las cosas nunca volvieron a ser iguales, sin embargo, durante mucho tiempo se observó a los padres de la niña reír al mirarse en un espejo llevando en su cabeza un sombrero de pico.
Al poco tiempo se fue la mamá al país de nunca jamás y el papá también un día hizo lo mismo. Y dice la historia que allá están los tres, siempre jugando y riendo en un lugar lleno de espejos descabellados y disfrutando que lo lindo porque allí donde ellos están, quiéranlo o no todo el mundo es pelón.

-Jaime, ¿Tú crees que esa historia es verdad?

Una voz de adulto respondió desde atrás:

-Si, yo estuve allí.

Y quitándose el sombrero de pico de la cabeza de águila calva del disfraz que llevaba puesto les contó:

Ese día, como todos los sábados, yo fui al hospital a compartir con los niños enfermos y vi a esa señora tan triste y tan preocupada por su niña enferma. Hablé con ella y le obsequié el espejo descabellado asegurándole que éste daría alegría a su niña y así fue.
Con el tiempo hice amistad con los padres de la niña y cada sábado vuelvo aquí a guardar mi traje y el sombrero de pico.
Poco a poco se fue quitando el traje…

-¡Pulga Siniestra!

-Si amiguitos, recuerden siempre que no debemos creer que la belleza es solo lo que vemos, también las personas tienen dentro de sí sentimientos, deseos y sueños. Todo eso en su conjunto es lo que hace que las personas seamos hermosas. Tanto el pelo como las uñas de vez en cuando hay que cortarlas porque a medida que crecen van sobrando. Lo importante es abrir el corazón y vernos como realmente somos. Esto es para ustedes.

La Pulga Siniestra sacó de su saco un par de espejos descabellados y un par de sombreros de pico y los niños se fueron jugando y riendo. Nunca más tendrán miedo de aquella casa y mirarán a todos a través del espejo para ver cómo realmente son.

Y colorín colorado este cuento se ha terminado. Pasó por un zapatito roto y la próxima semana te cuento otro.

Dedicado a todos los niños que padecen de cáncer. “Todos los niños son buenos y cuando se enferman merecen toda nuestra comprensión, amor y apoyo”


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